Porque tu pie no es árbol, sino vuelo,
paloma desmandada, extenso ramo,
la nota más viajera a tu reclamo
solucionó lo grávido del suelo.
Porque tu pie volaba por el cielo
con peso de sonoro miligramo,
la nota más viajera, como un gamo,
buscó lo forestal del violoncelo.
Y, entonces, fue la música. El Danubio
sonaba por un vals, y un gnomo rubio
danzaba entre los vuelos del vestido.
Tu pie giró al impulso de la orquesta,
y en los bosques de Viena una ballesta
fue preparada para herir lo herido.