Un dedo masculino y corazón
surca las languideces de esos labios
débilmente entreabiertos.
Se siente un leve soplo.
Tras los ojos cerrados
cada cual imagina el lento beso
que comienza a brotar.
Saborean. Demoran el deseo.
Los amantes quisieran comprobar la emoción
desde el cuerpo del otro,
fingen que fingen.
Quieren hacer un beso
que la lluvia del tiempo no erosione.
Que permanezca mínimo y total.
El beso que han soñado tantas veces.
Y cuando al fin comparten la saliva
les queda la impresión
de haber equivocado algún detalle.