Aire viciado

Cuando nos falta fe para cremar la tarde
sostengo con el índice la llama de una vela;
y a esa luz palpitamos
de sombra en la pared,
pero no nos abriga.
Como no hacen hogar las mecedoras
(por más que ralenticen el tiempo de tenernos),
ni la mesa camilla, ni el frufrú de las manos,
los libros, la quietud, los días por venir.

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Amour Fou

Apaguemos la vela y en silencio
hagamos el amor palpando sombras.
Que crujan de placer nuestros desnudos.

Que las ondas de aliento entrecortado
te rosen el fulgor de los pezones.
Probemos de esta miel la noche toda.

Luego me marcharé sin despertarte:
no dejaré ningún beso dormido
sobre tus labios blandos y entreabiertos.

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Autorretrato

Al final de estos brazos unas manos
para tocar por gusto
o acercarle sustento
a la boca que pía.

Igualmente dos piernas acopladas
al tronco: lo pasean
con sus lagares dentro,
con sus filtros y bombas,
sus engranajes sordos.

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Buenos días, noche

De buen amar se vuelve
magullado y hambriento,
con sabor en la lengua a carne cruda.

El suelo se amortigua,
los caminos convergen, silba el aire.

Agradecido así,
con sonrisa imantada
por el impulso mismo que iza al árbol
al sol,
tarareando:

no puedo amarte más, no soy tan físico.

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De noche, los domingos

De noche, los domingos son más tristes.
Ayuda la impresión bobalicona
de la distante luna, cuyo velo de flema
irreal se contagia:
las familias se arropan a la lumbre
eléctrica, o apuran
los restos de la cena quedamente,
pensando ya en la paz merecida del catre;
descienden el telón de las persianas
y se rinden al sueño de sí mismas.

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El beso

Un dedo masculino y corazón
surca las languideces de esos labios
débilmente entreabiertos.

Se siente un leve soplo.

Tras los ojos cerrados
cada cual imagina el lento beso
que comienza a brotar.

Saborean. Demoran el deseo.

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La rueda

Mientras duermo algún sueño
en la sabana
una presa sucumbe a su depredador.
Aquí es noche. Allí día.

Se despereza el mar a cada ola,
las dunas del desierto no encuentran acomodo.

Si alguien colma su sed,
alguien se desahoga entre memorias tristes.

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Madriguera

Al alba, con el sol, la humareda
subía de la tierra como el vaho de un horno.
Carlos Martínez Rivas

Desde las mantas,
como el vaho de un horno,
sube su aliento rancio en la mañana:

huele a barro
el regusto lechoso y fermentado
de su sueño en la boca.

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No me lo expliques

Cuando unas aguas se diluyen
en más agua
crece el anonimato del mundo.

También a las hormigas,
mientras portan el grano y lo almacenan,
las atrae esa muda voluntad
integradora.

Si una presa es cazada
la vida toma impulso en el depredador.

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Nocturno

La oscuridad del cielo adquiere perspectiva
por los astros que brillan entre nubes dispersas,
y es bello contemplarlo, y peligroso;
el crepitar de leña que nos sugiere el sexo,
canciones de acampada y juventud
dispuesta a emborracharse
con la luna; hay también
quietud en lo profundo, donde no ocurre nada,
allí donde podría imaginarse
un vuelo de lechuza que atraviesa el silencio.

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Nos han dejado solos

A la orilla del mar,
donde el aire se densa porque viene
rumiando idiomas.

Tiembla el cielo en las aguas,
la tarde mece así sus intuiciones.

Y si me abrazas nos desvanecemos
en el paisaje pardo.

Qué placenta

esta balsa de tiempo suspendido,
qué remanso de paz.

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Principio y fin de la siesta

Saciados el estómago y el sexo,
¿qué queda?

Mullo el vientre calmado de mi amiga,

que entrecierra los ojos
y apenas corresponde:

un roce, como ondas
erizando sus hebras.

Desnuda, libra
la gravedad

de los acantilados

bajo el plácido vuelo
de los pechos

(el corazón,

poroso y rojo,
serena nuestro canto en su caverna).

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Regresión

Y aunque no quise el regreso
siempre se vuelve al primer amor.
Alfredo Le Pera

Tú quédate, no impidas
esta mano templada.
Muéstrate verdadera y dime, suave,
la lentitud del mundo si vives en la ausencia:
que un tiempo nos buscamos torpemente,
que nos equivocamos.

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Silba

Unas hojas
-mustias, ocres-
fingen ser mariposas
mecidas por un viento
hueco:
vibran,
revolotean.

Me lleva esa deriva,
la frágil suspensión pero serena,
su absorto devaneo
me lleva…

Será que a mí también me basta un soplo suyo
para soltar al vuelo un peso muerto.

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