El día que tiré una cuenta de banco por la ventana de Charles Bukowski

Y, yo dije, puedes tomar tus tíos y tías ricos
y abuelos y padres
y todo su asqueroso petróleo
y sus siete lagos
y sus pavos salvajes
y los búfalos
y todo el estado de Texas
queriendo decir, tu explosión de graznidos
y tus caminatas de sábado a la noche par la rambla
y tu pequeña biblioteca selecta
y tus políticos coimeros
y tus artistas intelectuales
puedes tomar todo esto
y tu periódico semanario
y tus famosos tornadas
y tus sucias inundaciones
y todos tus gatos maullantes
y tu suscripción a Life
y, nena,
refriégatelos.
Yo puedo manejar un pico y un hacha (pienso)
y puedo ganar
25 dólares con una changa (tal vez)
claro, tengo 38 años
pero un poco de tintura puede arrancar el gris
de mi cabeza;
y todavía puedo escribir un poema (a veces)
no te olvides nunca de eso y aun cuando
no me haga ganar nada,
es mejor que esperar a la muerte y al petróleo
y asesinar pavos salvajes
y esperar que el mundo comience,
muy bien, atorrante, dijo ella,
vete.

¿qué? dije yo.
afuera. has dicho tu última fanfarronada.
estoy cansada de tus malditas fanfarronadas:
siempre actúas como un
personaje
de una pieza de O’Neill.

pero yo soy diferente, nena,
no puedo cambiar.

eres diferente, ¡muy bien!
¡Dios, qué diferente
no golpees la puerta
cuando salgas.

pero, nena, yo amo tu
dinero!

ni una vez has dicho
que me amabas a mí!

¿qué quieres
un mentiroso o
un amante?

no eres ni lo uno ni lo otro,
¡afuera, vago, afuera!

¡… pero, nena!

¡vuelve a O’Neill!

caminé hacia la puerta,
la cerré suavemente y me fui
pensando: todo lo que ellos quieren
es un indio de madera
que dice sí y no
y se para cerca del fuego
y no hace mucho lío.
pero te estás poniendo viejo, mi querido,
la próxima vez juégala
más cerca
del chaleco.

Versión de Marcelo Covian