El lápiz en la oreja prisionero;
su fortuna, el real que está a su frente;
si la pierde, baraja displicente
y cambia de lugar el majadero.
Pierde o gane, regaña al compañero,
marca las dobles con destreza ingente;
echa un forro con ánimo valiente
y debe a todos; pero paga cero.
Es el café su perennal morada;
el fosforito su placer más puro;
la pereza se pinta en su mirada;
y sin goces viviendo y sin futuro,
nada sabe, ni sirve para nada,
ni dispone jamás de un peso duro.