El molino y el agua de Washington Benavides

Folquet ( o Fulco) de Marsella, trovador
admirado por el Dante (con él habló
en su Paradiso –canto IX- dibujándolo
como un hombre de amor y luego un
alma de amor, un habitante del planeta
Veus); Folquet (oFulco)
plantó su reflexión contemporánea
sobre el quehacer trovadoresco:
‘Un verso sin música
Es como un molino sin agua”.

El verso, es el buen sobreviviente
de la furia feudal
vitalizado en el Renacimiento
vuelto a trobar cerrado en el barroco
fría astilla de hielo neoclásica
sturn und drang
pasión y compromiso en el romántico
pero también
el autoanálisis
pero también la egolatría
pero también
la redecilla más completa de ismos
que hasta nosotros
llega
el verso, el buen sobreviviente, ha sido
la música
ha optado por el silencio
ha desechado rimas métricas
y estrofas
guardándose en lo hondo de su carne
las simetrías
las músicas de ideas
los cantares secretos
las cantáridas.

Folquet (o Fulco) tomó partido
(en su tiempo) por la aleación
de música y de verso.
Es decir, el molino –la máquina hidráulica-
y el agua en los cangilones.
Después, hubo molinos solitarios. Sin las aspas
sin los cangilones
sin el agua.
Molinos habitados por los búhos,
pávidos de murciélagos.
La música en la trova o en el simbolismo
dijo un poeta
aquí el sonido
del estertor del muerto en guerra
la náusea
del condenado por gas de mostaza
la furia del rabel electrónico
el silbido de la bomba de Hiroshima.

La dictadura de lo feo (las flores
del mal) amado
el concierto terrible de las computadoras
no del órgano Mogg
sino de cifras, cifras y más cifras.
El resumen del mundo.

Al fin y al cabo, en lo que piensas
cada fin de mes, flechado de cuotas
condenado por el crédito
atado al purgatorio de los bancos
seguro de llegar
al buen infierno
de la perfeccionada sociedad
de consumo.

Un verso sin molino es agua podrida.