Porque en el agua del río es
donde ellos se pierden
(lentamente
y sin dientes.)
Allí se pierden
(como no se pierde una aguja.)
Allí se pierden
(como no se rompe un reloj.)
Allí se pierden
como no se rompe un espejo.
Allí se pierden
como se pierde el agua derramada;
seco el diente seco
con que de repente
en el hombre se rompe
el hilo del hombre.
En el agua del río,
lentamente,
se van perdiendo
en fango; en un fango
que poco a poco
tampoco puede hablar:
que poco a poco
asume los difuntos
ademanes del fango,
la sangre de goma,
el ojo paralítico
del fango.
En el paisaje del río
es difícil saber
dónde empieza el río;
dónde empieza
en el río el fango;
dónde la tierra
empieza en el fango;
dónde el hombre,
dónde la piel
empiezan en el fango;
dónde empieza el hombre
en aquel hombre.
Difícil es saber
si aquel hombre
no está ya
más acá del hombre;
más acá del hombre
capaz al menos de roer
los huesos del oficio;
capaz de sangrar
en la plaza;
capaz de gritar
si la muela le tritura el brazo;
capaz
de tener la vida triturada
y no únicamente
disuelta
(en aquel agua blanda
ablanda los huesos
como ablandó las piedras.)