Sobre tus hombros inclinar mi rostro.
Un lirio aún vivo que encontré, contarte.
Soy la culpable de tus versos lúgubres
donde una llama ciega y negra arde.
El pino en las neblinas es un verso,
y todo cuanto muere o cuanto nace,
la ropa de la flor, la carne blanca
de las orquídeas que al amor se abren.
Mirarte amado y verme en tu mirada,
besar tu anillo gris, pero abrazarte
como si el tiempo fuera a despedirse.
¿Qué es esto de perderse y encontrarse?
Por un camino de furiosas hojas
llegaron los fantasmas de la tarde.
Tú, mi alma sola, y yo, también, tu alma,
si rondan ya los últimos amantes.