He hallado un rito antiguo, dolor, para que oficie
tu orgullo su venganza.
Asiática molicie
sobre cojines blandos. Mágico sueño de opio.
Edén imaginario que a la tristeza engañas,
colores imposibles y figuras extrañas
como si fueran vistos en un caleidoscopio.
No saber de los odios, envidias y rencores.
Creer estar tendido sobre un tapiz de flores.
Dejar de ser, o acaso ser todo y no ser nada.
Oh sueño que simulas roce de manos de hada
sobre los ojos puestas. El mundo qué pequeño.
Qué corta la existencia para vivir un sueño.
Frágil entre una nube de túnicas flotantes
pasa un desfile eterno de cuerpos insinuantes
que yo jamás amé.
Y todo en un pesado silencio de nirvana,
mientras que, suavemente, de la mesita enana
se difunde el aroma de las tazas de té.
Y ella lejos, muy lejos. Tan lejos, tan lejana,
que fue un milagro el lecho con ella esta mañana.