A ti

Como la fruta original tú tienes
duplicidad de hieles y panales.
Eres todos los Males y los Bienes,
sin saber de los Bienes y los Males.

Buscando paraísos terrenales,
discurrí por tus núbiles edenes,
y al hollar de vaivenes tus rosales
hallé todos los males y los Bienes.

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Ana

He vuelto al puerto tropical que un día
miró el reposo de mi sed liviana
bajo la sombra de tus brazos. Ana,
tu boca era una fruta al medio día.

Después amor y estío en romería.
Viajes por hielo en el borgoña grana.

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El retorno

Fue tan grande y amargo mi despecho,
y fue tu angustia en el adiós tan poca,
que al recordar la herida de tu boca
soñé con otra igual para mi pecho.

Mas hoy depongo mi rencor. Sospecho
que acaso loco yo, tú también loca,
el mal que así nuestro dolor provoca
uno al otro, a la vez, nos lo hemos hecho.

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El rito

He hallado un rito antiguo, dolor, para que oficie
tu orgullo su venganza.
Asiática molicie
sobre cojines blandos. Mágico sueño de opio.
Edén imaginario que a la tristeza engañas,
colores imposibles y figuras extrañas
como si fueran vistos en un caleidoscopio.

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Ella

Ella está aquí, presente en la distancia
que separa su nombre de mi oído
y está aquí en el espacio estremecido
que hay entre mi recuerdo y su fragancia.

Ella se fue, y aún yerra por mi estancia
su nombre en su perfume diluido,
que por marcarle un límite al olvido
se hizo nombre y perfume la distancia.

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Joyel

«Y es el dolor que de la ausencia viene
lo que no pudo ser ni será nunca”.
Carducci

Este diamante de fulgores pleno
que el rico engaste de platino irisa,
oyó tu llanto y escuchó tu risa,
altivo sobre el raso de tu seno.

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La cita II

Una historia de ayer traza tu fino
labio en carmín, y es hoy en tus ojeras.
Y hay un collar de olvidos y de esperas
si se yergue tu cuello alabastrino.

Las orquídeas ensayan tu destino
en un haz de fugaces primaveras,
y se curvan tu labio y tus ojeras
a la vez sobre el llanto y sobre el vino.

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La iniciada

El destino, voluble caballero embriagado,
se fastidio ayer tarde con tu inútil promesa
y te vendió a la noche. Y la noche tahuresa
te jugó sobre el verde tapete del pecado.

Yo que aceché la gracia de tus horas, y presa
tu doncellez sabía de un fervor resignado,
lancé mi primer ruego como si fuera un dado
y le gané a la noche tu boca y tu promesa.

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Las manos

Yo no sueño con manos gentilicias
blancas como las blancas azucenas.
Albas las sueño, mas las sueño plenas
de pasión y de eróticas primicias.

Manos para los rezos impropicias.
Pálidos nidos de azuladas venas.
Manos sabias en íntimas caricias.

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Lelia

Dulce Lelia imposible… Suave Lelia lejana.
La tarde está conmigo lo mismo que una hermana
convaleciente y triste que me tendiera el brazo
para vagar soñando por el jardín. Aún arde
el rojo sol que incendia de rosas el ocaso.
Es la hora en que al bosque llegábamos.

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Madrigales

III
La mano que besé ayer
ya libre del fino guante,
leve, transida y fragante,
comenzaba a florecer.
Yo buscaba en su color
algo que nieve no fuera,
mientras abrió primavera
cinco pétalos de amor.
Que por verla florecer,
leve, transida y fragante,
yo misma libré del guante
la mano que besé ayer.

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Nocturno

Un doncel y una estrella compendian el nocturno.
Sobre la playa el grácil doncel está desnudo.

Tendido el cuerpo y pálido a la luz de la estrella,
se le pensara al verlo formado de la arena,

como si un ángel virgen de ociosos digitales,
jugando con la arena, formado hubiese otro ángel.

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Pasión tardía

Toma la copa y bebe, que mañana
no habrá vino en tu copa ni en la mía.
Inútilmente prolongué mi fría
indiferencia mentirosa y vana.

Rompe la copa y ríe… Que si un día
te hizo llorar mi juventud liviana,
en el fervor de mi pasión tardía
te llamo mía, y te apellido hermana.

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Querella

¿Cómo quieres que cese la querella
que hace hoy de ti un sueño preterido,
si a mi voz el rencor sella tu oído,
y el orgullo a tu voz el labio sella?

Alárgame tu amor, y hasta la estrella
subiré de tu alma, en un olvido
de todo lo gozado y lo sufrido;
hazte más mía y devendrás más bella.

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Renunciamiento

No sabes tú, doncella que a mi dolor te ofreces,
que mi alma está cercada de horóscopos fatales?
¿No sabes que en mi copa sólo quedan las heces
sacrílegas e impuras del vino de los males?

Si ante la sola angustia de un beso te estremeces,
cómo acoger podría tus dones virginales
aquél que a las virtudes prefirió tantas veces
el goce de los siete pecados capitales?

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Rouge

De un solo beso desteñir provoca
tu boca en corazón recién pintada.
Fruta y flor a la vez; copa colmada
de vino y miel para la sed más loca.
Ella en sus vivos múrices evoca
el símbolo sensual de la granada,
y pienso al verla sonreír, que nada
en el mundo es más rojo que tu boca.

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Soneto al amor I

Cuántas veces, amor, por retenerte
puse a tus pies mi juventud rendida.
Y cuántas a pesar de estar herida
te la volví a entregar por no perderte.

Cuántas veces también, altivo y fuerte,
por alcanzar la gracia prometida,
me batí frente a frente con la vida,
o me hallé cara a cara con la muerte.

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Soneto al amor II

Este dolor de amor que me fue dado
a cambio del amor que di sin tasa,
para el olvido que al amor traspasa
ya tiene el corazón crucificado.

Esta sangre fluyendo del costado
será el placer de ese otro amor que pasa,
dolor que hiere y júbilo que abrasa:
otro amor a nacer para olvidado.

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Tu zapato

Pesa tan poco tu zapato leve,
que finge ser, cuando tu pie reposa,
más que un zapato, un pétalo de rosa
hecho para pisar copos de nieve.

Si ágil orquesta sus compases mueve
y a la danza te entregas jubilosa,
simula el giro de tu planta breve
ir posado sobre una mariposa.

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A una amazona

El hombre sólo es completo a caballo.
J. Barbey D′Aurevilly

Quiero soñar contigo, rubia y alta amazona
que has cruzado esta tarde mis predios sin saber
que el hombre por quien vuelves e irrumpes en la zona
clausurada del parque, no es el mismo de ayer.

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Cena

Una historia de ayer traza tu fino
labio en carmín, y es hoy en tus ojeras.
Y hay un collar de olvidos y de esperas
si se yergue tu cuello alabastrino.
Las orquídeas ensayan tu destino
en un haz de fugaces primaveras,
y se curvan tu labio y tus ojeras
a la vez sobre el llanto y sobre el vino.

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Cita

Cómo era de hermoso el albo cuello
al quitarte la marta cibelina.
Cómo era la espalda de divina.
Cómo el hombro en su albor era de bello.
Emuló con sus uñas el destello
del diamante nupcial tu mano fina,
y cayó con la marta cibelina
tu pudor a mis manos desde el cuello.

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El alba inútil

A los labios del hombre taciturno, la aurora
trajo un ebrio recuerdo de olvidados cantares.
El alba en las pupilas noctámbulas había
sorprendido la angustia de las viejas saudades.
En los círculos hondos de las mustias ojeras
se azulaba un exceso de veladas sensuales.

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El beso

Un pebetero erótica fragancia
de ámbar y nardo en el salón deslíe,
al par que en bronce un sátiro sonríe
impregnando de mal toda la estancia.
Verde malva es el traje, y tu elegancia,
porque a su encanto mi pasión confíe,
mientras las copas un efebo escancia,
perversamente en el diván se engríe.

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Es un dulce presagio

A batallas de amor, campo de plumas…
Luis de Góngora y Argote

Es un dulce presagio de combate
este extenderse entre la bruma intacta
de frío albor que con tu albura pacta
porque el goce sus ímpetus desate.

Esta albura de lino, y esta mate
palidez que en tu vientre se retracta
en un sitio no más, con esa exacta
negrura azul que alértase al combate.

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Fémina

Con una ambigüedad de ave y de fiera,
leopardesa y paloma en tu destino,
al selvático ardor juntas un fino
tacto de arrullo en virginal espera.

Mas, ay, que tras la plácida quimera,
vuelven a ser por dualidad del sino,
garra la mano al ímpetu felino
y anca de leona la gentil cadera.

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Las copas

Para buscar el alma de los vinos
no me basta mi cáliz cincelado.
Quiero altas copas de cristal tallado
que imiten largos cuerpos femeninos.
Copas en cuyos bordes cristalinos
el vino fuera un beso prolongado,
ya que en todas las bocas que he besado
los besos fueron capitosos vinos.

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Ofrenda

Qué dualidad de arcángel y vampiro.
Frío de sol y llama sobre el hielo.
Qué luz de amor y para amar, el cielo
concretado en tus ojos de zafiro.
Tendiéronse tus brazos en un giro
insinuante y febril de alas al vuelo,
y tu seno emergió del terciopelo,
mitad forma al amor, mitad suspiro.

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Tu mano

Yo no sueño con manos gentilicias
blancas como las blancas azucenas.
Albas las sueño, mas las sueño plenas
de pasión y de eróticas primicias.
Manos para los rezos impropicias.
Pálidos nidos de azuladas venas.
Manos sabias en íntimas caricias.

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Tu pie

Nardo y rosa, tu pie guarda una clave
de voluptuosidad que me estremece,
cuando en la alfombra silenciosa y suave,
bajo tu bata, al caminar, florece.
Si en las manos lo tomo, me parece,
transido al roce de mi tacto, un ave
que al sentirse cautiva, desfallece:
tan pequeño es que entre mi mano cabe.

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