Es necedad de marca
tragarnos el elogio
mentido de algún pillo
que después dice «!tonto!»
y ríe en nuestras barbas:
Vaya al caso un apólogo:
A un perico-ligero
así le dijo un zorro:
«Tu agilidad, perico,
excita grande asombro:
dicen que bien mereces
el epíteto honroso
de LIGERO; que corres
mas que el galgo y el potro;
que saltas mas que el tigre;
que brincas mas que el mono.
Haz que tu ligereza
yo admire, y este arroyo
salva, y en cambio te hago
el mas cumplido encomio».
El pobre animalejo
da un salto, y en el lodo
se mete hasta las cejas.
El pillastrón del zorro
se ríe a carcajadas y le dice «Molondro»,
si ya has vuelto a tu juicio,
sabe que por apodo
se te llama LIGERO:
tu nombre es PEREZOSO.