El carnaval explota en sus colores.
Un hombre baila con la muerte en el centro de la pista,
lleva en sus brazos un esqueleto y todos miran, ríen y sospechan.
Hay hombres que creen que el carnaval constituye algo así como la vida,
se disfrazan a diario,
disfrazan a sus mujeres.
Poemas de Elina Wechsler
Me hablas desde el pasado extinguido y te escucho,
y al escucharte soy joven, benévola, incipiente.
Me hablas y en cada frase reconozco
mi locura de ayer, fuerte y desmesurada
como el azar y la suerte.
Escribir es volver sin volver,
indagar el desperfecto del espejo
Me hablas y hay otros hombres.
A Clara
Ella escribe.
Da vueltas por la casa aplastada de palabras,
por las calles de transeúnte del tiempo,
por las sombras de ese otoño permanente,
allí donde el sol sólo alborea en mañanas extrañas.
Generación tras generación nace la palabra.
Un bisabuelo meciéndose en su sillón de mimbre.
Una abuela partera y crías de gorrión.
Olores a guisos y a frasquitos de éter.
La línea paterna: una ruleta, el pleno al diecisiete.
Ruidos de aviones que planean y nos llevan.
Un magma entorpeciendo las imágenes.
A Clara y Federico
Mediodía, agujero de luz,
gaviotas en vuelo alto.
Al atardecer parecen no estar, sin embargo
sus huellas precisas
han dejado marca sobre la arena.
—A veces creemos el horizonte libre de huellas,
creemos haber cruzado definitivamente las aguas—
Atardecer.
Qué hubiera sido de ella si no se hubiera ido,
si las viejas caras a la entrada de los cines, odios y amores de antaño
acompañaran la última de Chabrol. Y los sueños.
Qué hubiera sido de ella si nadie hubiera muerto,
si los muertos fueran sólo los abuelos y la tía octogenaria.
Buscando entre heroínas antiguas,
releyendo crudos y amargos diálogos de amor y de muerte,
entreteniendo la tarde de invierno con té y viejos rencores adosados a un sueño,
así, entre mis libros de mujeres,
te encuentro.
Vuelvo a encontrarte,
hoy que todas las batallas damos por perdidas,
porque hemos triunfado en lo que se puede,
hemos abandonado dices, satisfecho, el imposible.
La historia no termina.
¿Qué paloma mensajera mandaré esta vez,
qué luz en el cielo harás brillar
para que vea tu naufragio,
para que sepas de mi naufragio?
Solo así, distantes,
conservamos la ilusión del desembarco.
Pieza equívoca.
Te conocí de rojo,
terciopelo que un hombre deseaba acariciar.
¿Cuándo olvidaste los cordeles del verano?
Pescabas peras pequeñas con la boca luego de arrojarlas al río
y el mundo era agua fresca
Tenues abanicos te protegen
de los primeros peldaños que nunca pudiste inventar.
El es mi insomnio de silencio,
los ojos del león en la noche del desierto.
Tiene ruinas, rupias, monumentos.
Delirios amarillos.
Toneladas de agua en las entrañas.
Pura tierra huracanada.
Lienzos.
Tiene la mustia sensación de haber vivido,
de no vivir más, de haberse muerto.