Escucho tu carne suave
oscuridad
penetrando la mente
como gusano de terciopelo
que desata convulsiones en los dedos
torpes
tristes extensiones venosas
cascadas de sangre fría
Veo tu aliento insinuante
reto
que escala montañas de espeso humo
restaurando caminos cóncavos
abismos casi
tumbas crecientes
al riego de gotas perpetuas
de nubes hinchadas de dolor
Siento tu abandono travesía
tacto
que desciende entre enredaderas mansas
descansando en los bordes
húmedos de profunda grieta
avidez
de cruzar palpitantes tierras
no conquistadas
Quizás sea tarde
de silencio.