En el centro del año de Jaime Labastida

El sol es nuevo cada día.
Heráclito

Hoy he tocado tu corazón, sombra desnuda
o vorágine o sola nota de dolor obstinado.
Hoy he tocado tu corazón en las yemas
de los dedos y he oído el mismo agudo acento
que llevó a los amantes al amor
desgarrado y a los pactos suicidas.

El año está en su centro y se desploma
lo mismo el sol ya derretido que el agua
musical y clara. Detrás del sol yo veo
una armonía destruida por las sombras tercas.
Nada nuevo se yergue bajo él: Cleopatra
modida por el áspid o la muchacha
que después de abortar se ahorca con su media,
rayo, avión o nube combatica. ¿Todo es igual,
desde hace siglos? ¿Ballesta o bala trazadora,
tú o Casandra, la de nombre arrasado? Lo húmedo
se seca, asciende y se contrae. Lo seco
se humedece, avanza y retrocede. La arcilla
se hace águila; el buey lame el salitre
con su lengua de trapo. Pero todo es distinto.
El amor de Alejandro no es el mío y sus labios,
con ser labios como los labios de cualquier
mujer, son solamente indescriptiblemente
tuyos. Todo es nuevo bajo este sol, agua,
deleite o muerte compartidas.
¿Para qué atormentarnos y roer
nuestros sueños como si fueran fósiles
por arena y cristal conservados? Me levanto
y deliro. El sol, el mismo sol entonces,
es nuevo cada día, su violencia se altera
de minuto en minuto. La alegría de tu rostro
sube ya, vegetal, desde la sábana
y recobra en los ojos la luz de la ventana
(aquella luz, empero, corroída por distintos
cristales). Hoy he tocado tu corazón
como una gota de ámbar o milagro obstinado

Hoy he tocado tu corazón en las fronteras
de tus ojos y le he oído latir tranquilamente,
cn la mansedumbre del agua que bulle dormida.
Tu cabello negro, que absorbe luz a borbotones,
me arrastra a donde el mes de agosto
se dilata. Somos remeros sordos en las aguas
contrarias: tu barca va en mi sangre,
mi remo ya perfora tus nostalgias profundas.