El crecimiento

Con la palabra inauguramos, damos vida.
Yo te nombro la playa de mi cuerpo,
la bahía de mi boca,
el abra de mis brazos.
Yo te nombro callada,
yo te nombro vibrante.
Te digo aves, te digo remolinos.

Espeso ahora mi juventud, tú la adulteces.

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Amanece

Hablo en plurales giros
porque plural o universal me siento.
Y luego reparto mi alegría,
tal vez sin alma,
lo cierto es que sin cuerpo,
pero conmigo adentro.
Es la crisis total de mi sistema.

Desarticulo puertas,
me desgozno,
me desplomo
como una casa del Virreinato,
y te nombro
y te nombro,
y es que quiero desgajar,
morder, día dije,
la naranja cercana de tu vientre.

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Diálogo y migraciones

Fue entonces cuando aprendiste a dialogar,
quizá de noche, con voz de migración y cataclismo.
Entonces aprendiste a hablar con un rumor de pozo.
Volcada, salías de ti y en ti permanecías.
Descubriste en tu vientre un objeto vecino
en el que concentraste un trabajo paciente,
un amor de minutos sostenidos.

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Relámpago de obsidiana

Siento resorte ser,
siento agonía.
Siento mi cierta humanidad
junto a tus meses.
Y repito tu nombre o yo descolorido.
O yo me simbolizo entre metales.
O yo soy ese cuerpo que te embriaga.

Sucede que hallo apenas
no cosas qué decirte,
sino cómo decirte que te espero,
que de mis piedras eres veta,
quede mi pie junto a tu huella.

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Sobre el invierno

Bajo mi torso sonreías,
bajo mi abrazo.
Bajo mis ascendentes escaleras,
bajo las nupcias que a tu lecho llevan.
No es sombra ya mi corazón hecho badajo
que golpea la campana de mi tórax.

Mis huesos quieren descoyuntarse,
salirme enfurecidos hacia arriba,
abandonarme.

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Apoyada en mi sangre

Apoyada en mi sangre,
observas el vuelo regular de los insectos
y quiero desgajarte;
repetir este gesto que descubre
tu ya mil veces vista desnuda piel
de abedul tambaleante.

No duermas. Una vez más,
merodeador nocturno, encuentro
tus secretos resortes de delicia.

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Un largo, lento aprendizaje

…aprender a morir ya estar muerto.
Platón

Me dañará, lo sé ya desde ahora,
la nostalgia. Se ha cerrado
el ciclo de toda destrucción y el amor
y el amor se combaten. Nos hemos desgarrado
como quien tercamente, hora tras hora,
regresa al mismo sitio por tocar
animales destruidos o muecas disecadas.

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Sombra

Matamos lo que amamos.
Oscar Wilde

¿Podremos dar acaso lo que somos?
¿Jamás? La carne, la mano misma
con la que yo me doy, se vuelve
dulcemente acero, y al durazno
del día -que mastico, goloso-
lo carcome la sombra.

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Límite

Para saber hasta qué límite en mi sangre,
para que las manos reconozcan
el hueco azul que horadaste en el aire
y que se queja, a diario, por tu ausencia,
para que la memoria de hoy me diga dónde,
hasta dónde, en la carne, me eres necesaria,
necesito que prescindas de mí,
necesitas pensar que estoy ya muerto.

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Voces

¿Dónde, en verdad, nace el idioma?
¿En la garganta o en la piel?
¿En el hoyo más denso, más
amargo y profundo de la historia?
Lengua y palabra somos, pregunta
acaso, el grito ya voraz, hambriento,
seco, súbita voz de ronca arquitectura,
aire que rasga el árbol,
de la raíz hasta la suave
explosión de la semilla.

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Hielo

Los frescos de Botticelli
arrancados a la Villa de Lemmi,
la Victoria de Samotracia,
con las alas unidas por alambres
y una estaca de acero entre las nalgas:
trofeos de guerra, pasto
para la codicia de los reyes.
El saqueo.

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Afrodita en el polvo

El sol, colérico de sales,
contra el agua arremete.
Hermano con hermana se acarician.
Y un cielo azul está (cubriéndola),
encima de la tierra: hijos nosotros
de esa feroz contradicción, las bestias.

Pero de líquenes, de aceites,
el cielo en la tierra se vacía.

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Bajo la pesada losa del mundo

Sobre la Tierra, estamos enterrados.
Todo su peso cárdeno
se vuelca sobre mis pies antiguos.
Toda la tierra me avienta sobre el cielo,
me sujeta en mi raíz
y me hunde entre sus manos.
Despedazado estoy.
Mis ojos van allá por el impulso,
mas presos en órbitas se quedan,
asidos a su fin y a su condena.

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Ciudad y pájaros

Estruendo de humo y trenes.
Edificios que giran en su exacto equilibrio.
Pequeño sol agónico, apenas un recuerdo.

Máquinas que danzan
a una velocidad domesticada por la mano.
Trópico que la altura y la ciudad amancebaron.
Y jardines,
jaulas donde encerramos nísperos,
dalias o nogales:
extranjeros en la ciudad de cemento.

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En el centro del año

El sol es nuevo cada día.
Heráclito

Hoy he tocado tu corazón, sombra desnuda
o vorágine o sola nota de dolor obstinado.
Hoy he tocado tu corazón en las yemas
de los dedos y he oído el mismo agudo acento
que llevó a los amantes al amor
desgarrado y a los pactos suicidas.

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Horas

11:30 P.M.

Durísima la luna. Igual que tú, tan lejos.
Suéñame, te digo, como te sueño aquí,
hasta que los dos sueños se conviertan en fuego,
hasta que mi aliento sea el tuyo,
hasta que respiremos cada uno
por la boca del otro.

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La piel

Creyente sólo de lo que toco, yo te toco,
mujer, hasta la entraña, el hueso,
aquello que otros llaman alma, tan unida,
tan cerca de la carne mortal y voluptuosa
o siempre ardiente o nunca maltratada
sino dulce, oscilante entre querer
y subir, adentro de la espuma.

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Luz

…acampadas en la célula
como en un tardo tiempo
de crepúsculo.
José Gorostiza

Ciego de nacimiento, me escandaliza
el tacto. Vivaldi suena en medio
de la bruma y la ciudad, bella
hasta su colmo, intolerable, extiende
dedos hacia el mar.

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Luz detenida

Hoy baila mi mujer y taja
sonrientes cicatrices en su cielo.
Hoy ella baila, colibrí ante la flor,
espejo frente a espejos enemigo.
Y la flor se habita de las plumas
y el pájaro seis pétalos se vuelve.

Soy un puño de tierra echado al viento.

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Mentira

Todo cuanto hasta aquí fue escrito,
mentira sorda. No es verdad
que haya sido menos dura
la mandíbula airada de las horas.
Que un pañuelo piedad haya enjugado
el sudor de las víctimas. Falso
también que días más tarde
la vida sea más fácil.

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Papel borrado

Cuando termino de escribir todo esto,
después que durante horas me imprimo
como un mecanismo de dulzura y de cólera
én las hojas, y el viento desordena los papeles
y entra un siblido extraño, y merodea en la casa
una noche especial, ajena, sin preguntas;
cuando abro las ventanas para que lleguen
los amigos que tienen nombres de herramienta
y prisines, después que me deshago de este
tósigo, cuando quedo vacío, mi mujer
viene aquí con amor que estrangula.

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Rescoldo

Se va hacia atrás el horizonte.
La estrella Sirio vuelve hasta su origen
(¿cuál, oh dioses, a dónde va
con esa prisa oscura?).
Otros planetas surcan, en órbitas,
mi sangre. El agua ya es tiniebla,
el árbol se comprime.

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Viajes en avión

A Joaquín Hernández Armas

6

Qué alegría decidir qué beber,
cómo morir, por qué, y en dónde.
Quisiera morir, así,
bajo un gran árbol.
Desearía ser quemado;
que mis cenizas irritaran,
polvo, los ojos de la que amo;
que fueran sólo la mancha
en un libro pasados los años.

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