En el frío de tu sonrisa
no quedaba ya resplandor …
pero aun la carne se me eriza
cuando pienso en aquel amor !.
Veinte años apenas los míos.
¡Pudiste haberme dado el ser!
Tú eras crepúsculo sombrío
y yo era un claro amanecer!.
En ti no había ya memoria
de la pasada juventud.
Tu último sueño era la gloria
para después del ataúd.
La nieve a blanquear comenzaba
en tu sien. ¿Por eso te amé? …
y en una larga arruga surcaba
las frías manos que adoré.
Llegué yo – mariposa loca-
¿ Qué había en ti, qué había en ti
que se prendieron en tu boca
mis labios frescos de rubí?.
¿Con quién hiciste pacto, viejo,
que te adoró mi juventud
y aun te añoro, con un dejo
de inmensa y triste laxitud?.
Con quién hiciste pacto, para
que nunca te olvidara bien
y aún soñara, aun soñara
en tu infierno, desde mi edén?
Tú no eres nada. Eres el recuerdo,
él es el que no muere en mí
y es cuando en mí misma me pierdo
cuando estoy más cerca de ti!.
Cerda de las dos manos finas
que el trabajo ni el sol, doró
y que llenaron de espinas
el inocente corazón …
Tú no me importas. Te halo viejo.
Te vi hoy pasar y me reí.
¡Ni una huella queda, ni un dejo
del amor porque padecí!.
Pero el Chopin que amabas tanto,
culpable de esta evocación,
hoy me tiene ciega de llanto
viviendo la misma pasión.
¡Cómo odio con amor inmenso
el recuerdo que vive en mí,
y sobre todo cuando pienso
en la juventud que te dí!.