Tenía Pablo en un rincón
de su corral un granado
que era de aquel vecindado
envidia y admiración;
Pero tan pegado estaba
a la tapia que ceñía
el corral, que la vestía
con su verde y la entoldaba.
Y andando el tiempo llegó
a abrazarla, de tal modo
que con su ramaje todo,
al patio vecino dio.
Pablo al ver que ya sus brazos
hacia otro lado tendía,
por el mismo tronco un día
la cortó en dos hachazos.
—¡Hombre por qué le has cortado!
Exclamó un amigo, ¿di?
¿Qué mal te causaba allí
el tronco de ese granado?—
Un muchacho muy ladino
respondió, —no le estorbaba,
lo ha cortado porque daba
sus granadas al vecino.