Ellos, los muertos

Son los que nunca dan la mano
Pero abren la boca del lobo
Los que esparcen la espuma amarga
Que rezuma de las iglesias

Los que de pronto se bifurcan
Entre el delirio y el olvido
Su sombra desborda la tierra
pero la brizna los oculta

Nacieron de bellos revólveres
De largos años y promesas
Saltaron de turbias catástrofes
O del fuego de los amores

O de encuentros entre las moscas
¿Pero quién ama esas hamacas
Que cuelgan de tanta pereza?

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Juego de espejos

Una mujer tan secreta y lenta, pero insisto
en descubrir el sol que la nutre y el león que olfatea
su nuca
en la sombra,
cuando duerme de bruces,
de modo que escribo con cierta ansiedad
poemas en busca de la hierba tan fresca que brilla
en sus besos.

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La prisionera

Perro
no toques esos senos donde las más delicadas violetas orgánicas serán un hervidero de escorpiones un ladrido baldío en la ribera caliente de esa sirvienta de las hojas que ha trabajado tanto
para esas flores enormes del martirio
para los arrozales
con el gatillo del pantano al rojo vivo del silencio y a terrible
prisionera
no cae no cede únicamente insulta
con su gemido de supliciada

Perro
no toques ese pelo mordido por la lluvia etre las lentas
pantallas del follaje
en la sombra de la injusticia
ella
la empecinada la desnuda
entre las hojas cómplices

No toques ese cuerpo conectado a las fibras de un pueblo de dientes fulgurantes conectado a la savia y a la luna que recoge esos muertos de una negra cosecha al grito del amor y del monzón al alarido del soldado consumido por un soplo de gelatina ardiente

Esa presa es tantálica
como el país sin sueño que defiende
ese paíds de plantaciones de ocio que se contagia de hoa en hoja

Esa presa es tantálica

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La vida prenatal

Era el corazón de mi madre
Aquel tam tam de las tinieblas
Aquel temblor sobre mi cráneo
En las membranas de la tierra

(La lenta piragua materna
Un ritmo de espumas en viaje
Una seda de grandes aguas
Donde un suave trópico late)

Día y noche su ceremonia
-No había día ni había noche-
Sólo un hondo país de esponjas
Toda una tribu de tambores

El corazón de un solo orgánico
Un ronco sueño de tejidos
Yo era la magia y era el ídolo
En el fondo de las montañas

Aquel tambor donde golpeaban
Las galaxias y las mareas
Aquella sangre germinada
Por el vino de la Odisea

Vivir en un huevo de llamas
Mezclando la tierra y el cielo
Vivir en el centro del mundo
Sin rostro ni odio ni tiempo

Crecía antiguo en la dulzura
Con astrales ojos de musgo
Yo era un germen lleno de estrellas
Un poder oscuro y terrible

Tu corazón -¡oh madre mía!-
Resonaba como el océano
Batía sus alas salvajes
Su insaciable tambor de fuego

Yo te besaba en las entrañas
Yo me dormía entre tus sueños
En un país de rojas plumas
Era tu carne y tu destierro

El paraíso de tu sangre
La gran promesa de tus brazos
Oía al sol en su corriente:
Tu corazón lleno de pájaros

Aquel tambor de la aventura
Aquel tambor de luna viva
La tierra ardiendo con su grito
Una vida desconocida

Afuera todo era enemigo:
Las uñas las voces el frío
Los días las rosas las uvas
El viento la luz el olvido

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Mensaje secreto

Hacia abajo en la oscura humedad de los helechos que tal vez
sean yo mismo o divinidades monótonas
desciendo
al antro de mi sexo
con la investidura de un cuerpo torturado por poderes frenéti-
cos presa de esas imágenes soñadas de mulatas de dientes
crueles con las franjas fosforescentes de sus
vientres y de sus espaldas
las tiernas estranguladoras inclinadas sobre sus
amantes para dejarles en la boca la fragancia de menta y de
sal que emana de sus pechos en el oleaje

He ahí la misteriosa serpiente con la aureola de sus labios y su
canto de profanación infinita el foco ávido donde flotan re-
giones de una blancura de relámpago

La serpiente de mirada de catástrofe la papisa del sol en su ar-
chipiélago de espejismos donde crea fantasmas carnales y
suntuosos que se retuercen con caderas llenas de savia muje-
res palpables y rápidas
cabelleras desplegadas para el lujo de un loco

Y mi sangre de príncipe animal heredero de una raza de paro-
xismo
Se filtra por esas grietas de abismo que reconocen la especie se
irisa cuando ese indolente demonio despliega sus alas
y con un acto mágico con una brasa de ceremonia de la noche
de las cavernas con una sílaba de raíz arrancada y de fronte-
ras que se desvanecen toca a mi corazón para decirme que la
tierra es errónea

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