Sobre tu blanca huella mi camino;
mi siempre andar sobre tu luz en fuga.
Con ecos, con taludes, con mareas,
y este nombre del alma en mi aventura.
Aquí… para llegar hasta tu reino,
escuchando la voz que no se escucha;
cayendo en estas noches de mi paso
y amaneciendo clara por tu ayuda.
Llevo en el corazón tu guerra eterna:
la guerra del que anuncia y del que busca.
Estoy, bajo mi cuerpo de vergüenzas,
formando un ángel con la sangre pura.
Por eso muestro aquella casa ciega
y el diurno puente en medio de las lunas.
Por eso voy a la montaña libre
que define mi tierra de criatura.
Torbellinos de amor me han detenido,
pero en amor hallé la vía oculta.
No se borró el secreto del gran sueño
ni se cansaron nunca las preguntas.
Se cuenta el viaje sin decir en dónde
está el arribo, la silente música.
Ni la memoria sabe lo que pierde
ni la palabra pesa lo que junta.
Ya tengo la canción, ya se me rinde;
ya combato en su llama tan desnuda.
El ardiente mensaje está en mi lengua
para entregarlo como cosa tuya.
¡Oh Cristóforo mío, de tu marcha
salgo yo… la pequeña, la nocturna!
Subiré por la escala de tu fuego
sin traicionar mi estremecida ruta.