Un mito es una antorcha.
Y vienen marineros detrás de la presencia
que, débil, recompone
la estatua de la luz.
Belleza. Como un jardín abriéndose
a la quietud del cosmos en la noche.
Sólo así percibimos. Veneramos. O acaso,
quebrada claridad de los torrentes,
una llama nos guía
y estallan los crepúsculos
en las últimas sombras
que instala la memoria.