Acrópolis

La soledad, las calles,
tus pupilas. El alba,
vistiéndose de tul, bajo la lluvia
levísima, imprevista,
que arrecia desde el Sur.

Amanece despacio, va encendiéndose
el valle que desciende
de tu mirada al mar.

Porque eres tú la lámpara
que hace arder el paisaje
y asciende por los fustes
densos del resplandor.

 » Leer Mas…

Alguien escucha un disco de John Lennon

Viene del lado inmóvil del tiempo, suena
desde una cueva oscura esa voz que nadie localiza,
flota en el aire,
se empoza en la nostalgia, como un presagio líquido,
surcando la penumbra gris del atardecer.
He aquí, en un remolino de pájaros, la música;
el vértigo indomable de la voz, y John Lennon
sueña, imagina, eleva
la construcción del grito, la precisión insomne
de la luz insaciada.

 » Leer Mas…

De Omnibus Martyribus

Con los ojos vaciados, desfilan por la noche.
Son extrañas siluetas que deambulan, sonámbulas,
arrastrando cadenas, en medio del humo.
Puedo verlas, silentes, subir al autobús,
sin que sus blancas túnicas se manchen de polvo
ni los descalzos pies rocen los excrementos.

 » Leer Mas…

Dial de madrugada

Muchos siglos atrás, tantos acaso
que la historia siquiera los contaba,
se podía escuchar el Universo.

En noches como ésta (Pink Floyd,
sonido digital, 100 Mhz.),
algún hombre, perdido en la montaña,
buscaba los caminos
del cielo y escuchaba
los motores del mundo,
las hélices galácticas rotando,
los engranajes de las constelaciones,
la fiesta de los astros,
el temblor de la vida.

 » Leer Mas…

El sueño del caballero

Sueñas, joven amigo, con las dádivas
que te ofrece la vida.
Mas la vida
-recuérdalo- es tan sólo
esa fiebre instantánea que señala
tu presencia en el mundo,
la misma irrealidad de tu sueño.
La vida, que no el tiempo,
porque el tiempo sea acaso
todo cuanto posees,
es decir, la ilusión de estar vivo
y disponer de todo.

 » Leer Mas…

Elegía

Noviembre va dejando
una estela de sombra en mi camino,
como si todo el año,
como si todo el tiempo que aún hube vivido
volviérase de noche,
vacías sin remedio las tristes avenidas
en las que ya el invierno
planta sus pabellones.

 » Leer Mas…

Emulando a Galileo

No llegarás muy lejos,
le advertían. Mas él perseveraba,
año tras año,
golpe a golpe, y acaso algunos versos
para justificar su testarudez.

Ése no es el camino,
le dijeron. Pero él siguió adelante,
centímetro a centímetro,
creyendo en cada error que la paloma
ya no se equivocaba.

 » Leer Mas…

Epigrama

Confiabas, necio, en la posteridad,
y al juicio de la historia
legabas tus minutos. Al trueque del futuro
inmolaste el presente, renunciando
a la gozosa potestad del acto, al impagable
deleite de morir en cada gesto.
La sentencia del tiempo
no mostrara mayor benevolencia.

 » Leer Mas…

Episteme

Un mito es una antorcha.
Y vienen marineros detrás de la presencia
que, débil, recompone
la estatua de la luz.
Belleza. Como un jardín abriéndose
a la quietud del cosmos en la noche.
Sólo así percibimos. Veneramos. O acaso,
quebrada claridad de los torrentes,
una llama nos guía
y estallan los crepúsculos
en las últimas sombras
que instala la memoria.

 » Leer Mas…

Eros, Thánatos y un reloj

Apoyado en el muro, contemplaba
unos cuadros antiguos.
La lámpara amarilla del crucero
iluminaba apenas las borrosas imágenes,
acaso exagerando su palor.
En su rural tenebra,
destacara el pintor la carne lívida
de Eros y Thánatos.

Al lado de aquel lienzo,
la desnudez cerúlea el amor y la muerte
-fraternos compañeros de retablo-,
un reloj de pared acompasaba
los helados latidos de los amantes.

 » Leer Mas…

Estado de gracia

Surgiste de la aurora
(Albinoni, irreal, sobre la prieta luz
de plata tremolase pálidos gallardetes,
mientras por la ventana
abril desvanecía cítaras a los árboles,
y el índigo vergel de tu cuerpo tendido
rutilaba alabastros lascivos en la estancia).

 » Leer Mas…

Finis Gloriae Mundi

Cuando la noche adviene.
Cuando sedienta cae
como un anciano ebrio que, súbito, desplómase
y, títere del vino, si de la edad, arrastra
su mísero esqueleto sobre la acera impasible.
Cuando oscura la plaza
y oscuro el mar también
y la alcoba, oscurécese
el reducto letal del corazón,
la memoria y el alma se oscurecen.

 » Leer Mas…

Ghost

Hoy he visto a la muerte.
Caminaba hacia mí, e iba avanzando
con el paso impasible
de los que nada tienen que perder.

Vestía unos blue-jeans y camiseta
y calzaba playeras italianas.
Tras las gafas oscuras de diseño
se adivinaban frías sus pupilas,
una pantalla acaso de ordenador leyendo
los nombres elegidos, por riguroso turno,
con esa precisión matemática
con que suelen matar las mujeres hermosas.

 » Leer Mas…

La biblioteca de Beardsley

Si cierro la ventana, si la helada penumbra
enciendo de esta estancia, el otoño,
la quejumbre amarilla de la tarde, la dulce
llovizna con que acaso
trenza su vals la luz,
quedarán a la puerta, seguirán a la puerta,
aguardando
el discurrir monótono de la eternidad,
mientras aquí desfilan
mares, islas, ensueños,
huyendo de las doce campanadas
que saltan del reloj.

 » Leer Mas…

La vida se nos va

La vida se nos va, ya ves, como leímos
en los libros antiguos: en un soplo.
Lo supimos entonces, acuérdate, admirando
los versos de Virgilio.
También a estas alturas,
llevamos con nosotros los oscuros penates,
y su lista se expande como en una batalla.

 » Leer Mas…

Ordalía

En el fuego pondré siempre mi mano,
que prueba es de mi fe para probarte,
y bajaré contigo a los infiernos
por arder más profundo y encendido.
Mas si en prenda de amor quemarme quieres,
envuélveme en tus brazos
y cubre con tus piernas mi cintura:
que no me sea posible
sino ser llamarada yo mismo
del disco solar de tu sexo.

 » Leer Mas…

Origen del idioma

De todas las palabras han de pedirnos cuentas.
Pronunciadas o no, y aun impensables,
han de comparecer contra nosotros,
testigos del olvido.
De todas las palabras: sobre el barro,
sobre la luz,
sobre la noche, fueron escritas
con la tinta sagrada del silencio.

 » Leer Mas…

Volver al Paraíso

Así la eternidad era el minuto.
Vicente Aleixandre

Desnuda, y nada existe
en este anillo funeral que inclina
su sombra bajo el tiempo, y es tan sólo letargo
la estancia, aquella lámpara
que se apagó de pronto en la caricia
de una ciudad celeste, mientras estoy tomándote
en la complicidad helada del silencio,
y más lejos el mundo
enciende su cosmética nocturna.

 » Leer Mas…

Zona catastrófica

No toleran los dioses la felicidad
de los hombres. Perversos,
sin duda, bienestar, placer o dicha,
que el orden contravienen
o desafían la espada
o arrancan a los astros sus secretos designios,
porque son como antorchas
e incendian los templos,
hurtándose al arbitrio del resplandor que ciega.

 » Leer Mas…