Esos cabellos de oro los lazos son, Señora,
en los que fue al principio mi libertad tenida;
amor prendió su llama por todo el corazón,
y esos ojos fueron el rayo que atravesó mi vida.
Fuertes los nudos son, la llama áspera y viva,
la saeta, de mano a tirar aguerrida,
y con todo, amo, adoro y quiero
a la que me estrecha, me quema y lastima.
Para romper entonces, apagar o curar
el duro lazo, el ardor o la herida,
no quiero hierro, licor ni medicina:
La dicha y el placer que en sucumbir recibo
de tal mano, no permiten que intente
ni cortante puñal, ni frialdad, ni pítima.
De «L’Olive» 1549
Visor 1985
Versión de Luis Antonio de Villena