Frágil como un pequeño espejo,
el tiempo resbala por nuestras manos
con la inocencia de lo que no perdura
y estalla contra el suelo
y se hace memoria.
Una pareja sale del hospital
y se abraza. No hay amor
en sus rostros.
Lloran.
Lloran a pesar de la gente que pasa,
a pesar de este sol de agosto
que abrasa
y que en sus ojos
se congela.