Barcos

Barcos como olas, como alas.
Barcos que buscan barcos
como labios, como besos.
Barcos que regresan
como infancias, como ayeres
como pinceles de nuevo color
sobre el pasado.
Barcos que zarpan y que se alejan,
que derriten en los ojos
su distancia.

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Barcos de tiempo

Pasan los días como barcos de tiempo. Dejan en su tránsito lento
la estela mortal de horas que se alejan.
Lo que habita bajo la piel del mar
cabe en un hombre:
tesoros,
naufragios.
En mi interior de redes guardo restos
de esas pequeñas cosas.

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Ciegos

Nos volvemos ciegos
el día que no nace para nosotros
y en la oscuridad de ese incierto amanecer
la sed y el agua serán
la misma cosa.

Habrán de saberse por un igual
la pasión y la agonía,
la huella y el pie que traza rutas en cada paso,
se perderán también
tu blusa y mis manos, mi boca y tu risa.

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De regreso

Como barcos anclados en un mar cerezo
duermen sobre mi mesilla
versos de Cavafis, Borges, Pavese.

En las costas de Fisterra, al anochecer,
las madres de los marineros encienden infinitas velas
para que iluminen con su luz
la travesía de los barcos
que se desvanecen sin memoria
en el horizonte.

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Distancia

Podría ser esta ciudad,
todos los edificios muestran
el mismo rostro de abandono
bajo la lluvia.

Podría ser Buenos Aires o París o Roma.
Podría ser Madrid
o Valencia bajo un aguacero.

O podrían ser tus ojos
mientras me observas,
la luz de la mañana
al reírte,
el contacto casual de tus manos
bajo las sábanas.

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El gran sol

Zarparon un día hacia el gran sol. En el muelle
las mujeres encendieron una enorme luminaria
con cajas de pescado y cartones
para despedir a los marineros
con un poco de luz que llevarse a los ojos.
Partículas de ceniza se elevaban como gaviotas
y luego se dejaban caer sobre nuestras ropas humedecidas.

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El mar menor

El ferry zarpó rumbo a la Perdiguera.
Un grupo de niños jugaba en cubierta
a lanzarse un flotador sin mucho acierto.
Terminaba el verano. Éramos, sin saberlo,
el último grupo de turistas.
El mar menor brillaba como un desierto de plata
frente a las terrazas vacías, desencajadas
como trajes que visten esqueletos.

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El sudor de otro

Con la incertidumbre contenida
en las manos
guardo en mi maleta
camisas de invierno, un par de vaqueros desgastados,
ropa interior, un cepillo, algo de mi miedo
a las distancias.
Una ciudad sin memoria
se dilatará ante mí, desconocida,
como un paisaje que nos abre caminos
que no evocan ni el beso ni el mar ni la caricia.

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En sus alas

Dibujan en el aire un lenguaje que desconozco.
Gaviotas de plumaje gris y blanco
sobrevuelan nuestros cuerpos sin sabernos.
Invaden el cielo de palabras nacidas en una latitud lejana,
como memoria azul que recorre la marea
en busca de una playa.

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Espejo

Frágil como un pequeño espejo,
el tiempo resbala por nuestras manos
con la inocencia de lo que no perdura
y estalla contra el suelo
y se hace memoria.

Una pareja sale del hospital
y se abraza. No hay amor
en sus rostros.

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Fantasmas

Hoy he dejado abierta la nostalgia
a los fantasmas,
mis seres más queridos,
por si en mitad de la noche
deciden regresar
a enturbiar mis recuerdos,
o a desvelarme el sueño
con preguntas que ya no sé responder,
que ya no importan.

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Ferrol

Palpita el astillero frente al puente de las Pías.
Llueve.
Ferrol bosteza su última tormenta
y pone al aire húmedo de la ría
su vestimenta gris, su negra sombra.
Cuando era joven, mi padre trabajaba en el astillero.
Recorría veinte kilómetros con los pies descalzos.

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Fotografías

Nos reunimos para ver fotografías de ayer,
instantes que la ciencia
perdonó el olvido o el destierro.
Nos reímos del peinado que lucíamos entonces, de la excesiva
formalidad de nuestros gestos.
El tiempo se ha posado con rigidez
sobre nosotros.

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Galicia

Anhelo el paisaje de mi infancia,
el aire ahogado en humedad,
el salitre,
los días de lluvia en que nunca amanece,
el óxido del astillero,
la morriña anclada en los puertos
como olas esperando mareas
y esa voz huérfana y lejana
que recuerda que el mar
siempre es distancia.

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Geografía

No necesito bellas sirenas
deslumbrantes y desnudas
que conduzcan con sus cantos de espuma
mi débil embarcación
hacia las rocas:
yo solo me basto
para fracasar en el intento.

Navego con un trozo de mar
bajo los brazos, con una llave de salitre
que abre mi infancia
y me roba el sueño,
recojo con celo los pedazos
de geografía muda
que a modo de piel
he ido perdiendo con los años,
y giro hasta esa coordenada como un remolino enrabietado,
como un niño atolondrado
que no sabe de derrotas,
o como un globo terráqueo
en una clase de ciencias
que rueda sin control mesa abajo
y llena el suelo de países y de espuma,
de espanto y carcajadas.

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Habanera

Vestía traje de lino pajizo, panamá ladeado.
Recuerdo que en su mano derecha
lucía un bastón con empuñadura de plata.
Cada verano, los vecinos aguardábamos su llegada
como aguardan las velas
el viento que inventa latitudes.
Paco el cubano, le llamaban.

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Historia

Él le cuenta falsas historias,
viajes que nunca sucedieron,
y le susurra al oído
cuánto la quiere,
mientras ella juega con sus anillos
tímida y nerviosa.

Ella mira apasionadamente
su boca carnosa,
y se deja seducir
por el cálido movimiento
que producen sus labios al moverse.

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Infancia

De mi infancia, sin embargo,
no albergo memoria alguna,
de tal modo que jamás
fui niño.
La vida tiene, al fin,
este modo perverso
de vengarse de nosotros.
Para reponer el hueco
de ese órgano sin vida
construí un niño semejante a mí,
con mis ojos y mis miedos,
un niño de papel
teñido de recuerdos
que otros me han contado.

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Juventud

Esta blanca noche de verano
se desvanece lentamente hacia la nada;
se desvanece y ya
no volverá a ser nunca.

Apenas el recuerdo podrá
derribar una puerta,
esculpir un espejo de sombras
sobre el que dibujar
-equivocadamente-
tu rostro y tus manos,
el acantilado aquel
donde nos hicimos mar,
el preciso instante en que,
jóvenes y nerviosos,
nos supimos,
pero no retornará con él
el aroma cálido de tu piel,
la quietud de tus huellas
sobre mis huellas,
el vértigo húmedo de tus labios sobre mi boca.

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La casa de mi infancia

Los recuerdos de mi infancia
caminan sobre las baldosas frías de esta casa
que parece enferma,
arrugada como un anciano invadido de invierno
que aguarda con último quejido
la cálida luz de los veranos.
El abandono ha invadido las paredes
con alma de asesino y dibuja sobre las habitaciones
una cartografía gris, húmeda
que oscurece los recuerdos que apenas permanecen.

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Líneas

A la orilla de la carretera
hay amapolas
y campesinos recogiendo fresas
en una huerta cercana.

Hay gravilla y margaritas,
cristales rotos.

Hay líneas continuas y discontinuas
-a la orilla de la carretera-,
hay amigos por llegar, días futuros,
hay distancia y vacaciones en el mar y regresos con regalos.

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Lluvia

Ha comenzado a llover,
calladamente,
como si diciembre amenazase con perdurar por siempre
entre nosotros.
Las calles se han salpicado de nombres propios,
de recuerdos que discurren, como el agua,
recuerdo abajo.
Tal vez por eso,
hoy he rememorado mi infancia,
las páginas repetidas del pasado,
una noche frente al fogón,
calado de ingenuidad hasta los huesos,
escuchando sobre el tejado de pizarra
este mismo sonido monótono de la lluvia
golpeándolo todo,
regresándolo todo,
reprochándolo todo.

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Manos

Tomaste mi mano entre la tuya
de un modo casual
e inocente,
y, lentamente,
nos fuimos alejando del grupo,
unidos de ese modo invisible
en que dos
son uno.

Ocultos entre los almendros
buscamos la complicidad
de las miradas.

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Mañana

Vendrán una mañana los abrazos que amagué,
los labios,
las manos que entre mis manos
fueron espuma,
las palabras de vino
matriz del polvo.
Vendrán una mañana con su vacío,
dejarán sobre mis sábanas
el hueco inútil,
la muda caligrafía de todo lo incompleto.

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Mar (Porque el mar)

Porque el mar,
con su constante precisión de olas imparables,
viene y va,
se aleja o regresa,
resuelve su singular lejanía
con unas palabras de espuma
que bajo el sol
se desvanecen.
Ese mar que alimenta fantasmas y retornos,
ese mar que alimenta buques con pesadas cargas
y caracolas en las manos de un niño,
ese mar que desencadena tu rostro y mis labios,
tu noche y mis miedos.

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Mirada

Te miré a los ojos
y tú
respondiste a mi mirada
como si ya me supieses
de otro tiempo.
Durante aquel instante
nos amamos,
nos cubrimos el uno al otro
de besos,
escribimos nuestros nombres
sobre la arena de la playa,
tuvimos miedo a perdernos
y nos abrazamos,
y nos hicimos promesas
que perdurarían
eternamente,
y como el tiempo
-a pesar de su ceniza-
no puede borrar
aquello que se ama
tan apasionadamente
yo aún permanezco allí,
en mitad de la plazuela,
mirándote a escondidas
mientras me observas,
perdido ya por siempre
en lo más profundo y lejano
de tus ojos.

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Nombre

Yo aquí, tan lejos,
ocupado en llenar de piel
esta cama sin calor
desde hace días,
odiando sin cesar a esta bombilla
que, a veces,
amenaza con privarme de luz,
como si pudiese con ello
cegarme tu recuerdo.

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Oscuridad

A veces la gripe o la garganta venían a salvarme de un día de escuela y de un maestro con joroba que tuve. Mi madre me preparaba entonces una taza de leche caliente con miel y unas gotitas, bajaba las persianas de mi habitación con sigilo, como cuando moría alguien, y colocaba en mi mesilla un viejo transistor a pilas de color anaranjado.

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Palabras I

Estoy solo. Palabras, apenas, me acompañan,
Su sonido crepita en mi interior
como ascuas de memoria que cuentan la falsedad
de los verbos que alguien grabó sobre mi frente.
Han ido muriendo los instantes
como una inútil sucesión de olas
que alcanzan sin porqué la orilla.

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Palabras II

Hay palabras que ya no decimos,
que se quedan varadas entre el deseo
y los labios,
que se arrastran por nuestro cansancio
y son espuma.
Van cayendo los días sobre nosotros
como una tormenta de costumbres
que ha empapado de inviernos
el libro que guarda
nuestra ruta de regreso.

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Pantín

Te gustaba sentarte sobre una roca. Apoyabas el pecho
sobre las rodillas y te cubrías
del azul ilimitado del océano. Luego,
te dejabas navegar como bote a la deriva.
En silencio observábamos
el tránsito inseguro de los barcos de pesca
que se alejaban con lentitud
de la costa de Cedeira.

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Pasado

Si Dios me diese la oportunidad
de regresar a mi pasado,
no guardaría tantas lágrimas
ni tantos besos.
Salpicaría todas las mañanas con un verso nuevo
que llevarme a los labios,
me dejaría navegar salvaje
donde antes me atenazaba el miedo,
no amagaría aquel abrazo
que se perdió por siempre
en lo más profundo del reproche.

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Promesas

Pienso que, al fin,
no sería tan difícil
despojarme de tu voz,
de tus manos entrelazadas en las mías
como buscando entre mis dedos
una promesa que nunca te hice.
No resultaría tan difícil olvidar
la urgencia nocturna de las sábanas,
tu cuerpo y el mío como frases agitadas
aguardando unos labios que las nombren,
buscándonos entre sujeto y predicado
un verbo que nos hiciera imprescindibles.

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Recuerdo

A veces era domingo
y llovía.
A veces oscurecía de repente
y las casas encendían sus luces
al fondo de la noche.
En una de aquellas luces
yo te imaginaba;
imaginaba tu habitación
llena de peluches,
tus juegos de cartas con olores,
te imaginaba tendida sobre tu cama
escribiéndome cartas de amor,
dibujando corazones rosados
que contenían mi nombre,
y como la imaginación es perversa
y no sabe de derrotas,
te imaginaba a ti
imaginándome a mí
del mismo modo.

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Secundarios

Aquel año visitamos todos los cines de la ciudad.
Fue una locura.
Los miércoles hacíamos cola para ver los estrenos.
Los viernes
ocupábamos vacío en las duras butacas del Internacional; películas en blanco y negro, actores que lapidaban su amor
en Cinemascope.

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Sueño

En esta alargada sombra
en que deriva la vida
aún queda un trozo de mar
azul e inmenso
en el que podemos soñar
que donde se extinguió el amor
aún quedan frescos los labios,
que donde secaron los labios
aún permanece,
húmedo, fresco y rosado,
el roce de su poesía.

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Te desnudas

Te desnudas frente al espejo –ciudad cansada-
y caen como polvo
las prendas que te visten y aquellas, invisibles,
que te protegen.
Te invade de repente el olor a callejón de medianoche,
a vidrios rotos, a borrachos de aliento impertinente
que cantan la falsedad de los años.

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