¿Estás debajo, acaso, de tu tumba?
Pues no; aquí no está, no estuvo Pablo,
repite con su voz enronquecida
la tierra vuelta sombra bajo el árbol.
Yo lo sabía: no logró la muerte
tenerte, como a muchos, hecho barro.
Estás en todas partes, tan caliente,
tan vivo con tu nombre deshonrado.
Quien lee un libro tuyo ve tu rostro,
la miel oscurecida de tus manos,
el cutis de Matilde Urrutia, el gesto
con el que dabas migas a los pájaros.
Despierta el hombre a su labor diaria
y sigue, sin saber, tus mismos pasos.
Después de muerto, de la losa encima,
quién lo diría , sigues caminando.
Y tras de ti camina el fuego rojo
del corazón de un hombre enamorado.
Cualquiera puede ver tus firmes huellas
en tanta blanca playa y verde pasto.
Evitas los lugares sin violines.
Las copas te reclaman tiritando.
Desde el portón del mundo al pueblo sales,
alegremente vivo en ebrio canto.