Abres la puerta
como si atrás quedara un accidente.
La calle está en orden. La bondad de las acacias
cae desde lo alto y deja las aceras sembradas.
Mujeres limpian pescado y ríen
enseñándose su presa.
Mira, aún vive.
Poemas de Esther Zarraluki
Atardece. Noticias desmienten
la calma frente a mi casa.
Tristona y hermosa
abre su bocadillo a desgana
y parte en dos los escalones
de la entrada, los desagües tendidos
hacia el barranco, el viejo cuidado.
Se enseña con el cansancio de un largo
trayecto, la frente contra el cristal.
El tenedor en el plato cla cla cla
se cuela de todas las ventanas.
Las cosas se gastan por los cantos
y ruedan escaleras abajo. En el hueco
las niñas hacen casas y esperan.
La hora es sabida y fría, corre
por el pasamanos hasta la puerta,
la cena y el sueño.
Habrá tenido un difícil invierno,
pero al sol hoy reconoce el bienestar
como aceite sobre sí y lo agradece.
Palpa el suelo caliente.
Piensa en darse
al lomo de las cosas, a ciegas,
para ver cómo es estar con ellas
cuando nada crece ni decae.