Estuvo ella tan cerca, su cuerpo junto al mío,
que entreverle los senos era amarla dos veces.
Iba el río cantando porque el agua del río
el cuerpo de la niña le inventaba los peces.
Era tan bello el cuerpo y el cuerpo era tan mío,
que yo supe ser río jugando con sus peces.
Pasa el río gritando, y a la orilla del río
un recuerdo redondo me tortura dos veces.
¿Qué se hicieron los senos de la niña en las ondas?
¿Por cuál cauce de sombra naufragó su azucena?
¿Por qué arroyos sus brazos y en qué grutas sus frondas?
Vuelve el río llorando sin la niña. Salvaje
fulge el trópico y ríe. –De la niña, en la arena,
quedó sólo la forma de un perfume en su traje–.