Ese oscuro pasaje en el que me busco
con obstinación, hasta el agotamiento,
me niega el espejo donde pueda descansar.
Pena de no ver qué me empuja,
qué hilos me atan con fervor a ese primer portal
donde el hombre y su esbelta forma apetecible,
como el aire,
arroja sus máscaras sobre mi deseo.
Poemas de Etnairis Rivera
En este lugar, cada cual llega de su galaxia.
Baila, canta, mira profunda o levemente,
según pueda,
y luego saca su resumé de conquista y colonización.
En este lugar, que rescata de la abulia,
con sus traseúntes de la noche,
cada cual busca el amor o alguna sensación parecida,
según pueda.
He querido escribir, más que nada vivir
intensamente,
estar en el aroma, en la médula de las cosas.
Tantos fantasmas dijeron amarme
y sobre ellos me derramé como la lluvia de anoche.
La que ame fantasmas se convertirá en lluvias,
largas lluvias en la aurora.
Este niño no tiene padre reconocido
ni se parecerá a nadie en particular.
Excluiremos de su alimento al miedo.
Nacerá de la buena familia del solo vientre de su madre.
Ya le contará ella que la preñaron los Andes,
la olorosa esperma del río,
la noche vaga entre los montes, la limonada,
una cálida brisa que le llegó do Brasil.
Antes de comenzar el camino de la vida, sueño con el puma.
Salgo de una aldea progresista, busco la salida.
Y allí, la vía de tren en medio demarca los mundos.
El camino lleva a la selva, que no es oscura, que se abre
como la más apetecible, encantada, invitante flor,
olor de diosa, de árboles y lianas, de sol y lluvia
donde se casan las brujas en soledad.
Esa blanca flor,
que en la mañana al abrirse,
hace de tu día una celebración,
trae el ilusorio encanto de una beldad enloquecida de deseo.
Ávida de la más desesperada estación de fuego,
esa blanca flor conoce todos los secretos del éxtasis
posibles de alcanzar en la tierra,
cuando se ha bebido de la ardiente copa
el espumante hechizo de los cuerpos.
El vacío de las sombras destechó mi cabeza
y la casa quedó dolida, suspendida en el asombro.
La casa, con cuerpo de hombre alto y acento del sur,
quedó tocada de ese rayo raro de locura,
insomne estancia del deseo,
brazo mordido de pasión, como medalla de guerra.
En fin, que no hay respuestas simples
al aullido solitario de una loba.
Debí nacer en la manada
donde la orfandad no existe.
Cómo habría de descifrar los signos
en las múltiples vestiduras de la soledad,
la altivez mortal del que comió de tu mano
y atrás dejó el amor sin despedida
como una choza maloliente.
Besarle el gozo al olvido,
cómo le hago para besar un año entero de noches
que bebían el olvido.
Ahora cabalgo sobre un rey de corazones
como un río entre las piernas.
Ahora esas divinas cuerdas de guitarra
son mi más reciente alegría.
La idea permanece lozana
de mis luces hacia adentro.
No cambias la piel del deseo
porque las líneas del ojo se marquen con rabia.
Oh tiempo, dios ingrato,
para mí, un hombre hermoso en mi boca.
Lo demás es río que pasa