Con una lágrima de luz amarilla al fondo de los ojos
la mujer, desnuda, no obstante cubierta con la saba-
nilla, sentía la exploración del ginecólogo, abajo, des-
cubriendo la mística clausura del bebé.
‘Señora, su embarazo resulta ser un algo luminoso y
animal, como paloma o mariposa o ángel, especial-
mente leve y algo líquido’.
‘Mi mano entra en usted y es dulce la percepción del ser
que le acompaña’.
‘No quiero el guante, no, debo tocar más desnudo y
cierto su línea del arcoiris’.
‘Asómese, enfermera, fluye niebla y dolor de esta
vagina’.
‘¡Qué profundo es el aliento que percibo! ¡Qué infan-
til agitación recuerdo de belleza y regresión! ¡Qué
tejido celeste y solitario posee la criatura!’
‘¿De qué iluminación guardiana es este hijo?’
‘Señora, no se levante hasta el noveno mes de esta
camilla’.
‘Déjeme comprender sus lágrimas de fuego’.
‘He quedado dócil de memoria y ciego con el fulgor’.
‘Acepte toda mi fortuna’.
‘Acepte toda mi timida necesidad’.