Final de Álvaro Cunqueiro

Era era.

Sus manos nacían al lado de cada cosa
y de cada flor.

Temíase siempre su rotura
y a ella parecían converger los números y las estrellas.

El amanecer encontraba sus cabellos perdidos
y sus ojos depositados en sus propias orillas.

La noche la sorprendía siempre entregada a
sus oficios más antiguos
acompasándose de un corazón nuevo y silencioso.

Era solícita y tempestuosa
y no se parecía en nada a la luna.