(1974)
Sobrentendido es no hablar de aquel diciembre,
mencionar siquiera el tintineo de los cubiertos
y los cuentos para niños hartos en el avión.
Nadie puede olvidar en un trazo de crayola,
por colorido que sea, a quienes sirvieron el ambigú
ignorantes de que sería su última cena.
¿Qué hacíamos ahí, compartiendo
la bitácora con los fanáticos de la fe?
¿Se liberó la historia aquella tarde
a golpe de gritos y metralleta?
¡Qué fácil fue reventarnos como bolas de billar!
Lo sé, sobrevivimos entre los dedos del error
sin entender la pesadilla.