In cauda venenum de Agustín Delgado

Tensa más que calima es la brea deshecha
Entre grijo en la caja así centelleante
De estrecha carretera de transición: linde
Del desnivel de dos castilladas venturas.

Tostándose en fulgor, nervales en cuclillas,
El que vencido vuelve del país de los pastos.
Embebido al embrujo del astro descollante
Que, tras nublo, dardéale rebeliones al cuello.

Dos venturas opuestas, gualda océana una,
Mies autóctona, alcarria alcazarreña;
Y chepas de granito esparcidas por prados el agosto marrones
La del contrecho lado, estribaciones de la Sierra Pobre.

«Filosos sois, mis versos sudorosos:
Iras irdiadas, medas melodías.
Pues ¿qué ha de dar rumboso la sequía
Sino secaño, como boca dura
Podrá mover a amor lengua lampaza?»

Vaharada enroscándose, calorina enzarzando
La cintura talluda, la ya todo inflexible,
Anhelo de agua loca la piel del retornado:
Zafarse de las garras del rescoldo de agosto.

Esófago de plomo de detrás de los picos,
Abierta con violencia cremallera celeste,
Descargue en una vez su moneda zoológica:
Chorros pardos del agua, zaínas rachas de viento.

Y enhiestos, sed suprema, esqueletos de encinas
Incendio divirtiera los tiznos dedos ardos.
Ensimismados palos abrazando a las hadas
Que de ellos se abren como ver la verdad.

Verdeando a lo hondo de lacia carretera
Zarzamoras son únicas que sonríen ahítas:
Cadencias de las cercas, berenices
Sus dijes recitándose, y encarnados, y negros.

Oh sorpresa de lujo para el todo inocente
Que desnudo refrenda el cruel monte bajo:
Si memoria nudosa chapotea charcales,
Si oréasele el pecho de tomillo recísimo.

Y la espadaña lírica recórtase del cénit:
Barrancos de arcilla, cables, caos de tréboles.
Esfuma sol raudales en lesa carretera
De fases, águila lenta, de complejidad.

“Melisma, jíbaro en vena, níspero:
Ruinas mías de Itálica.

Tigre y picaza chirríanse en la copa,
Dispuesta forma fácil al chambelán de luz.

Fantasía es intacta, se vuelve agua, aljibe
De juguete. Otro bonsai.”

Mas no acaecerá que este hoy de calor
Femoral, que de más abajo viene,
Del sístole y solsticio del corazón arduo,
Del holocausto, no sucederá, no

Será chaparroneado de tempesta ninguna.
Ni, a fortiori, el viajero que recala del Norte
Obtendrá los favores de la relajación
De las, en su inocencia, vecinísimas nubes.

Dos ramos de arcoiris orlan el nidio cénit
Y haciendo ya a a sus anchas, a cielo abierto ya
Acrecienta el ataque de lenguaradas rufas
Letal cuerpo de ejército: flamante sol.

“Acotado silencio de blandor la mirra
Enmela la agostada cintura del jardín
Sin agua expresa, sólo verde nata lechosa
El desflecado aljibe, henar de los vencejos.

De golondrinas gubias que se dan la lombriz
En el micomicón, enfrente, cable canso.
Pechugamen titán engulléndose prontas
Cacho de mazacote de crepúsculo.”