Oh diadema en la frente de la gloria,
perla central en el collar de las nobles acciones,
tú, cuyos beneficios se levantan
como estrellas brillantes en el cielo
de la prosperidad,
las constantes lluvias nos incitan
a buscar ese vino que se pasan
los contertulios diciento ‘toma’ ‘trae’.
En casa tengo un vino,
una hija virgen de las cepas,
que ruborizan las miradas de los coperos,
y sirve en rueda las copas un nomble Ganimedes,
hermoso y de agradables prendas,
que vuelve a ti, una y otra vez, sus ojos lánguidos,
en los que se diría queda un rastro de sueño.