No es fácil injertarse en ti, ísima mía.
Me doy cuenta de que fue risa y no tos
lo que te dije, y debo despensar las cosas
que puse en tu silencio, y salir de tus bocas de
y dejarte, mitad sola, gastada por mis vellos.
Es el día consuetudinario, conozco su censura.
Se diría que el agua usada del llanto desbordara
de anteojos, baúles, bodegas, por mi culpa,
que todas las guerras que pacen amarradas
se fueran galopando a comer, solo porque
me olvidé de sufrir anoche, y fuera el centinela,
o me hubiera ido a volver, descuidando la tierra.
No es fácil ser feliz: primero, no nos dejan
y, quién sabe, será también la falta de costumbre
o tal vez haya que aprender, pero cómo, desterrado.
Metí amor en esa habitación de cejijunto,
en esta sólida soledad que debo hacer a un lado
pues no cabemos ya los dos al mismo tiempo,
mas parece que hubiera que aguantar toda la vida,
hacer cola en el mundo, esperar que los demás
pasen primero a casarse o comer o a sus negocios,
para empezar a vivir sin sentirse culpable,
conmutándome a tu lado la pena de durar.
* «It was de lark, the herald of the morn, no nightingale»
de la escena quinta del acto tercero de Romeo y Julieta,
de Shakespeare.