He aquí, bajo las aguas, el beso prometido
en las arenas del bosque;
en aquel oleaje del bosque
que no era tuyo ni mío sino del cielo,
solamente del cielo.
He aquí mis dos manos acariciando las luces
que caían sedientas
desde cien mil estalactitas verdes.
Poemas de Javier Pérez Walias
Con los frutos del enebro
y las hojas
prenderé, amada luz mía,
este crepúsculo
tus labios
en mis lóbregos labios de incienso.
E impuestas en tus ojos
mis manos serán fértiles
y será
la oscuridad un verso
de piedra
por la sangre acariciada.
Nada importa sino el signo,
el símbolo de lo inconcreto,
el nombre que te di a oscuras
contemplando el retorno de la miel.
Nada importa,
ciertamente, sino el limo
y el aceite del vocablo bien trazado
como un labio de aurora
hecho poro o línea.
Son los últimos días del invierno,
desapacibles.
La luz ilumina dolorosamente,
sin fuerza
las ventanas, el corazón,
las alfombras.
Y apenas ha caído lluvia en tus ojos
y en tu pelo
durante las últimas noches.
Y con tan poca cantidad de agua
recogida en el último otoño
y con tanta ausencia de luna
en los labios
quizás no sea fácil ¿Tú que crees?
que lleguen a tiempo las próximas caricias.