Hay en ese bosque de Cezanne
la impresión de que ese bosque no está
ni estuvo.
No porque sea sueño, trama de sueños,
sino porque ha sido pintado en parte en
una tela,
en parte en la nada y -en gran parte-
en el lugar donde vimos un bosque.
Poemas de Jorge Ricardo Aulicino
Plantas que hubiere en el corazón,
magnolias, olmos, paraísos,
gomeros, enredaderas, filodendros,
chopos, sauces, cedro blanco,
sombras que hubiere de ellos.
Arrasado fue todo y recreado.
Nadie cabalga el horizonte y llueve
sobre un pino, un vaso, un pajarito,
la selva que invade los caminos.
Bajo nubarrones rosados
paradójicamente puede esperarse
que se aclare el sentido de todo.
Pero estás hecho para la muerte
que es nada.
El enigma seguirá en otra parte,
tu muerte personal no aclara
ni oscurece el panorama.
Vivió una escenografía de libros abandonados,
un televisor encendido después de la transmisión
y cigarrillos sin terminar.
Procuraba mirar de frente los objetos:
las roturas del asfalto o las plantas de un acuario.
Pensó en los objetos, soñó con objetos,
vivió rodeado de objetos sin traducción.
Como quien con la uña saquea una pera
así creyó que saqueaba la realidad;
en verdad dijo que las lluvias no lo contenían
y que las flores de jacarandá no lo contenían
y sintió como ráfagas en los techos
que la realidad vaciaba en el terreno verdadero, el
de las metáforas.
¿Estoy preso de mi dolor
o miro un papel de diario en el balcón?
¿Estoy muerto y miro absorto lo intranscendente?
¿O estoy preso en mi papel y miro mi dolor?