Ya todos los caciques probaron el madero.
«¿Quién falta», y la respuesta fue un arrogante: «¡Yo!»
«¡Yo!», dijo; y, en la forma de una visión de Homero,
del fondo de los bosques Caupolicán surgió.
Echóse el tronco encima, con ademán ligero,
y estremecerse pudo, pero doblarse no.