Cuentan que un rey soberbia y corrompido
cerca del mar, con su conciencia a solas,
sobre la playa se quedó dormido;
y agregan que aquel mar lanzó un rugido
y sepultó al infame entre sus olas!
Hoy, bien hacéis ¡oh déspotas del mundo!
en estar con los ojos siempre abiertos…
porque el pueblo es un mar, y un mar profundo
que piensa, que castiga y que, iracundo,
os puede devorar. ¡Vivid despiertos!