Aún

Mil veces me engañó; más de mil veces
abrió en mi corazón sangrienta herida;
de los celos la copa desabrida
me hizo beber hasta agotar las heces.

Fue en mi vida, con todas sus dobleces,
la causa de mi angustia -no extinguida-
aunque, ¡pobre de mí!

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En el salón

En tu melena, do la noche habita,
temblaba una opulenta margarita
como un astro fragante entre la sombra;
de pronto, con tristeza,
doblaste la cabeza
y rodó la la alta flor sobre la alfombra.
Sin verla, diste un paso
y la flor destrozaste blandamente
con tu escarpín de refulgente raso.

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En la agonía

(Últimos versos del poeta)

Nó, retira esa droga, que no luche
por más tiempo del doctor… ¡Es muy tenaz!
Ven, que el latido de tu pecho escuche.

¡Ven, acércate más!

Dime, ¿quieres curarme? ¿Sí? Pues eso
fácil es y un remedio hay eficaz:
¡pon tu boca en mi boca y dame un beso
que no acabe jamás!

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¿En qué piensas?

Dime: cuando en la noche taciturna,
la frente escondes en tu mano blanca,
y oyes la triste voz de la nocturna
brisa que el polen de la flor arranca;

cuando se fijan tus brillantes ojos
en la plomiza clámide del cielo…
y mustia asoma entre tus labios rojos
una sonrisa fría como el hielo;

cuando en el marco gris de tu ventana
lánguida apoyas tu cabeza rubia…
y miras con tristeza en la cercana
calle, rodar las gotas de la lluvia;

dime: cuando en la noche te despiertas
y hundes el codo en la almohada y lloras…
y abres entre las sombras las inciertas
pupilas como el sol abrasadoras;

¿en qué piensas?

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Flores negras

Oye: bajo las ruinas de mis pasiones,
y en el fondo de esta alma que ya no alegras,
entre polvos de ensueños y de ilusiones
yacen entumecidas mis flores negras.

Ellas son el recuerdo de aquellas horas
en que presa en mis brazos te adormecías,
mientras yo suspiraba por las auroras
de tus ojos, auroras que no eran mías.

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Huyeron las golondrinas

Huyeron las golondrinas
de tus alegres balcones;
ya en la selva no hay canciones
sino lluvias y neblinas.

Me dan pesar sus espinas
sólo porque a otras regiones
huyeron las golondrinas
de tus alegres balcones.

Insondables aflicciones
se posan entre las ruinas
de mis ya muertas pasiones.

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Humana

Hermosa y sana, en el pasado estío,
murmuraba en mi oído, sin espanto:
«Yo quisiera morirme, amado mío;
más que el mundo me gusta el camposanto».

Y de fiebre voraz bajo el imperio,
moribunda ayer tarde, me decía:
«No me dejes llevar al cementerio…
Yo no quiero morirme todavía…»

¡Oh, Señor… y qué frágiles nacimos!

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Justicia

Cuentan que un rey soberbia y corrompido
cerca del mar, con su conciencia a solas,
sobre la playa se quedó dormido;
y agregan que aquel mar lanzó un rugido
y sepultó al infame entre sus olas!

Hoy, bien hacéis ¡oh déspotas del mundo!

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Madrigal

¿Me quieres?… ¡Que tu acento me lo diga
ante aquel sol que muere en el ocaso!
Tú, que mitigas mi pesar… ¡mitiga
esta fiebre voraz en que me abraso!

Tembló su labio y balbució: ¡Lo juro!

Sus tachonadas puertas entreabría
la muda noche en la extensión vacía:
y en mi espíritu lóbrego y oscuro…
en aquel mismo instante amanecía!

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¡Oh luna!

Melancólica reina pudibunda
que vagas por los ámbitos del cielo
como un místico témpano de hielo
entre la negra oscuridad profunda.

En esta noche en que tu faz circunda
un halo transparente como el velo
de las vírgenes novias, un anhelo,
azul y enorme como el mar, me inunda.

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Resurrecciones

Algo se muere en mi todos los días;
la hora que se aleja me arrebata,
del tiempo en insonora catarata,
salud, amor, ensueños y alegrías.

Al evocar las ilusiones mías, Pienso:
«¡yo, no soy yo!» ¿por qué, insensata,
la misma vida con su soplo mata
mi antiguo ser, tras lentas agonías?

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Sus ojos se entornaron

Sus ojos se entornaron; sobre los blancos hielos
de las altivas cumbres agonizaba el sol;
y de las densas brumas tras de los amplios velos
quedó flotando, a solas, inmóvil, en los cielos,
el lívido cadáver del último arrebol.

La luna, como un arco de nívea luz cuajada,
subió con lento paso del infinito en pos;
y entonces, reclinando la frente inmaculada
sobre mi pecho -¡mira!- me dijo mi adorada-
¡qué barca tan hermosa para bogar los dos!

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A COLOMBIA

Golpea el mar el casco del navío
que me aleja de ti, patria adorada.
Es medianoche; el cielo está sombrío;
negra la inmensidad alborotada.

Desde la yerta proa, la mirada
hundo en las grandes sombras del vacío;
mis húmedas pupilas no ven nada.

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A MI HIJO, LEÓN JULIO

¿Ves ese roble que abatir no pudo
ayer el huracán que asoló el monte
y que finge en el monte un alto y rudo
centinela que mira el horizonte?

El rayo apenas lo agrietó; sereno
sobre su vieja alfombra de hojarasca
se yergue aún como retando al trueno
que la furia azuzó de la borrasca.

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ABSTRACCIÓN

A veces melancólico me hundo
en mi noche de escombros y miserias,
y caigo en un silencio tan profundo
que escucho hasta el latir de mis arterias.

Más aún: oigo el paso de la vida
por la sorda caverna de mi cráneo
como un rumor de arroyo sin salida,
como un rumor de río subterráneo.

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CANDOR

Azul… azul… azul estaba el cielo.
El hálito quemaste del estío
comenzaba a dorar el terciopelo
del prado, en donde se remansa el río.

A lo lejos, el humo de un bohío,
tal de una novia el intocado velo,
se alza hasta perderse en el vacío
con un ondulante y silencioso vuelo.

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EL PODER DEL CANTO

Tañe Orfeo su cítara y avanza
con pie seguro hacia el remoto oriente;
canta y su voz desbórdase en torrente
de fe y amor, de vida y esperanza.

Camina… y la brumosa lontananza
despéjase ante el lírico potente,
cuyo canto retumbaba en el ambiente
rindiendo todo cuanto a herir alcanza.

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ENTONCES

Jamás con mi recuerdo estarás sola:
viviré sin cesar en tu presencia,
mientras el lago aquél tenga una ola;
mientras el bosque aquél… guarde una esencia.

Mientras que de tu pecho en los ardores
des a mi imagen cariñoso abrigo;
mientras reces por mí, mientras me implores,
mientras me quieras, estaré contigo.

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IDILIO ETERNO

Ruge el mar, y se encrespa y se agiganta;
la luna, ave de luz, prepara el vuelo
y en el momento en que la faz levanta,
da un beso al mar, y se remonta al cielo.

Y aquel monstruo indomable, que respira
tempestades, y sube y baja y crece,
al sentir aquel ósculo, suspira…
y en su cárcel de rocas… se estremece

Hace siglos de siglos que, de lejos
tiemblan de amor en noches estivales;
ella le da sus límpidos reflejos,
él le ofrece sus perlas y corales.

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LA GRAN TRISTEZA

Una inmensa agua gris, inmóvil, muerta,
sobre un lúgubre páramo tendida:
a trechos, de algas lívidas cubierta,
ni un árbol, ni una flor, todo sin vida,
todo sin alma en la extensión desierta.

Un punto blanco sobre el agua muda,
sobre aquella agua de esplendor desnuda
se ve brillar en el confín lejano:
es una garza inconsolable, viuda,
que emerge como un lirio del pantano.

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LEY IMPLACABLE

¡Ay! ¿Cómo quieres que tu madre encuentre
en este mundo bienhechora calma,
si le desgarras, al nacer, el vientre,
y le desgarras, al morir, el alma?

¡Y esa madre infeliz, cómo a porfía
quiere darte, en el mundo, horas serenas,
si en la leche fetal con que te cría,
bebes tú… todo el zumo de sus penas!

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POR QUÉ SE MATÓ SILVA

En lo más abrupto y alto
de un gran peñón de basalto,
detuvo un águila el vuelo:
miró hacia arriba, hacia arriba,
y se quedó pensativa
al ver que el azul del cielo
siempre alejándose iba.

Escrutó la enorme altura
y, con intensa amargura,
sintió cansancio en las alas.

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PRIMAVERA

¡La campiña!
Sobre el césped del cortijo va la niña
tierna, rubia, frágil, blanca;
—bajo el brazo la muñeca
de cartón rosada y hueca—
salta, corre, canta, grita,
y sus fúlgidos ojazos copian toda
la pureza de la bóveda infinita.

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¿QUIÉN OYE?

De noche, bajo el cielo desolado,
pienso en tu amor y pienso en tu abandono,
y miro, en mi interior, deshecho el trono
que te alcé como a un ídolo sagrado.

Al ver mi porvenir despedazado
por tu infidelidad, crece mi encono;
mas, como sé que sufres, te perdono.

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SONETO RONDEL

Cantaba el ruiseñor su serenata.
En el nocturno piélago se hundía
detrás de la imponente serranía
la luna como góndola de plata.

Cantaba el ruiseñor su melodía.
En mi mente el recuerdo de la ingrata
mujer que en llanto mi dolor desata,
como un rayo de sol resplandecía.

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TUS OJOS

Ojos indefinibles, ojos grandes,
como el cielo y el mar hondos y puros,
ojos como las selvas de los Andes:
misteriosos fantásticos y oscuros.

Ojos en cuyas místicas ojeras
se ve el rastro de incógnitos pesares,
cual se ve en la aridez de las riberas
la huella de las ondas de los mares.

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VISIÓN

¿Eres un imposible? ¿Una quimera?
¿Un sueño hecho carne, hermosa y viva?
¿Una explosión de luz? Responde esquiva
maga en quien encarnó la primavera.

Tu frente es lirio, tu pupila hoguera,
tu boca flor en donde nadie liba
la miel que entre sus pétalos cautiva
al colibrí de la pasión espera.

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