La tarde entra pronto en la cocina:
a eso se reduce el misterio
cada día.
También hay razones suficientes
Para pensar en la inútil existencia
del párpado que cae
y ensombrece las pupilas.
Hay sueños que se olvidan.
La tarde entra pronto en la cocina:
a eso se reduce el misterio
cada día.
También hay razones suficientes
Para pensar en la inútil existencia
del párpado que cae
y ensombrece las pupilas.
Hay sueños que se olvidan.
Belisa enmudece.
Recibe la noticia que ya espera.
Ahuyenta su mirada con natural destreza.
Aparta de su vista
la hoguera que detesta,
el fuego que la mira,
la luz que la ilumina.
Belisa palidece,
sin matices.
¿Recuerdas la playa de Poniente?.
Tú, distante de mis ojos, contemplabas
los músculos atroces de aquel negro.
Esperabas expectante
la caída de la tarde.
Absorta, mirabas, las olas de la playa de Poniente.
El negro, en la distancia, contemplaba a otras bañistas.
Hay noticias que parecen versos:
Un pistolero a sueldo asesina a una portera.
El catedrático de química se bebe una probeta.
El lingüista se atraganta en un fonema.
Hay versos que parecen silogismos .
Si llueve, diluvia.
Se inundan los fonemas.
Refugia su hermosura como si fuera un espejismo.
Pero no puede evitar tanta belleza.
Hay en su cuerpo llanuras y colinas.
Bosques misteriosos,
lúcidos torrentes,
grandes cataratas entre sombras,
poderosos campos repletos de amapolas.
Así que leve y suavemente
ilumina cuanto toca.
Levanta el hacha este tirano.
Esdrújulo, mandril y fiero.
Frunce el ceño
y como una rata,
se esconde antes de ir al matadero.
Con saña y arte de carnicero
asesina al alba,
a quien llama Rosa triste-vuelo.
A quien despierta a deshora ,
atruena y mata.
Me gusta cuando sales de paseo
a ver escaparates simplemente-
y te fijas en detalles inocentes
que nadie ha visto: esas medias
rojas llenas de arabescos, esos
guantes de lana tejidos con mis huesos.
Me gusta cuando explotas de alegría
-¡y yo sin entenderte!-
Ahí están los gimnastas
gastando inútilmente su energía.
¡Cuánto mejor sería
ahorrar tanta destreza!
Se esfuerzan cada día,
en un una nueva marca.
Recorren mil metros al minuto
mientras atisban a lo lejos la meta
y se mofan de nosotros,
los poetas holgazanes sin honra.
Los poetas se reúnen por la noches.
Beben vino y comen versos.
Buscan sentido a las palabras.
Los poetas dan un giro a los sonetos.
En este tiempo hostil, propicio al odio,
los poetas conspiran a crédito.
Rastrean en lo barroco de sus versos.
Tienen suerte quienes miran la tragedia
desde el cielo.
En Colombia un terremoto ha matado a un millón de niños.
En otro lugar del planeta,
el dictador de turno se pasea
entre tinieblas.
Hay un gañán en alguna parte que escribe decretos de hambre.
Vivo en una calle
con nombre de Académico
mundano,
pero fino.
Arriba,
en la azotea,
anidan todavía
sus versos
que jamás he leído.
El también te esperaba
desde diciembre.
Harto como estaba de tu ausencia
se fue con mujeres malas,
-casi todas de derechas-.
Anduvo en todas las pesquisas policiales.
Delincuente común,
intransigente,
ladrón de aves submarinas y de besos
se hizo un ser solitario, huidizo.
Repróchate a ti mismo no haber ganado
un premio
literario.
Eras un autor de éxito,
un poeta en ciernes, te decían
los críticos de versos.
Acudías,
cada invierno,
a las justas poéticas de Oviedo.
Y entre tanto ganado de escritores
tú no eras más que un montón de huesos
afilados.
Me has escrito Fabián esta mañana
preguntando por los viejos camaradas.
Yo te he dicho,
viejo colega,
que nada sé del Pigarra,
ya sabes,
el pope del partido.
Mis hijos,
sobre todo el mayor,
se parte de risa
con estas batallitas.
Te escribo Fabián nuevamente
sorprendido
por tu ultima carta.
En ella me preguntas,
-ya sé que molesto- ,
por Aurora,
la abogada.
Y no sé que decirte,
viejo amigo.
No sé si Aurora se ha muerto.
Él leía cartas de amor a Rosaura.
Ensalzaba su apacible hermosura.
Ella,
azorada,
tras la falda,
no perdona a Corina
el infortunio que su mirada empaña.
Él leía versos de amor y desamparo,
mientras anuncia,
triste
su delito:
dar tregua a su juventud y su codicia.
Bulle en mis entrañas un suceso reciente.
Debe de ser Eloísa cultivando su conciencia.
De vez en cuando recuerdo las marismas,
el agua salada,
el sol quemándome la espalda.
Eloísa está leyendo,
tumbada en la arena,
ya digo,
cultivando su conciencia.
Ese tipo pálido y febril
Que estoy mirando
Soy yo.
Yo mismo que me miro
De un modo impertinente.
Yo mismo
vestido de primera comunión,
Feliz como unas pascuas.
Con un poco de suerte,
ese infante de la foto
se meará en cualquier momento,
si nadie se lo impide.