A Concepción Silva Bélizon
Desnuda, blanca, sola, como los huesos.
Un puñado de hormigas. Unas manchas de lluvia.
Una puerta. Unas brisas nacieron de sus madres.
Sin libros, sin trajes, sin números,
entre la selva y sus paseos.
Abrazada en secreto por los árboles.
Amanecida por el asombro.
Recordada por pinos antiguos en los muebles.
Confundida con las noches.
Frecuentada por la sal.
Con un brazo aleja las orillas que la separan del agua,
con el otro, invita ojos detenidos por el miedo en los umbrales,
a recibir las cartas de las sed.
Sube a estrellas ardientes por una escala de oro.
Mientras las brújulas, los mapas, los dibujos
esperan conducir el eco de sus flautas,
se olvida por la luz en las abejas finas.
Con el pecho encendido por un racimo de planetas,
de los metas, al fuego,
de la respuesta, a la pregunta,
de la piedra, a las lágrimas, vuela
en un columpio que sostiene
un pez confiando brillos a delgadas alturas??.