Volver a tus dominios, infancia,
acercarse es lentamente
a la explosiva boca de un volcán
y luego ¿para qué volver entonces
al origen del desastre
donde aún el escombro
es el reino de la insanía
y una voz de látigo, férrea
para el castigo y la zozobra
hace cumplir puntualmente su mandato?
¿Para qué, entonces,
escarbar lo caminado
y hundirse en las cenizas
de un esplendor fallido en cuyas ruinas
aguarda temeroso un niño?
Regresar a la infancia
y salvar al corazón de su infortunio
han de ser la consigna y el milagro.