Como a los lobos negros que por la noche bajan,
envueltos en la sombra, al río para beberse
estrellas y ventiscas, la memoria, ese azogue
opaco y cuarteado, te devuelve al secreto
oasis y a los corceles planos del espejismo.
Otra vez es la turbia sintaxis del recuerdo,
la ballesta tensada contra la luz herida.