Ella besó en la rosa
(su nombre fue una espina
brutal y femenina)
la imagen de otra rosa
grabada en una losa
de mármol, cristalina.
La luz era más fina
y al tacto, tan hermosa
como la flor que ardía
sin pausa en su memoria.
En otro mediodía,
la rosa era ilusoria
promesa compartida;
y el beso, la otra vida.