Llégate a mí, sombra segura, anuncia
la postrera conjunción. Polvo dócil seré en tu seno
infinito, mudo polvo. Acógeme: te esperaré sin pánico
en el umbral que elijas, te miraré a los ojos
con el temblor prendido en la humedad
del gesto. No hallarás lamentos en mi rostro,
ni perdón, ni un aleteo de mi mano vibrará
contra el ansia de tu pecho.
Sacia tu sed, bebe la médula del cuenco
de mis huesos. Acumúlame a ti.
Siembra tu sal sobre mi clara grieta:
prometo ser un muerto silencioso.