La voz de una mujer de Eugen Jebeleanu

Devolvedme mi niño
-nada quiero saber-
aunque tenga
la cara
de un monstruo,
no importa cómo sea,
devolvedme mi niño
no importa cómo,
y si no puede ser para toda la vida
(para esta vida miserable
y tan breve, aún si tuviera un siglo)
al menos por un día.,
un día sólo,
hasta el preciso instante
en que venga hacia mí,
como él venía,
ciegamente, los brazos extendidos,
con los pétalos pálidos de sus dedos.

Devolvedme mi niño
aunque tenga
la cara de monstruo:
iré a su encuentro
y me sonreirá…
él me sonreirá…
aunque tenga la cara de monstruo,
me sonreirá,
y yo le abriré la puerta,
aunque tenga la cara
no importa cómo…

Devolvedme mi niño,
devolvedme mi niño no importa cómo,
pero no ceniza,
devolvedme mi niño no importa cómo,
pero nunca arena…

Sé muy bien que sería posible
que mudaran su rostro,
pero cuando llore
lo reconocería,
y para que no llore más
apagaré la luna
(un rostro entre lo oscuro no se ve),
y si él sonríe,
a la menor sonrisa,
entonces,
mudaré todas mis lágrimas
en cielo estrellado…
Mas no me devolváis el cielo sin él,
el cielo azul de acero sin piedad,
no, no me lo devolváis…

Devolvedme mi niño …
Privadas de él, las estrellas son arena,
privadas de él, las estrellas son cenizas:
un manojo engañador que se escurre
absurdamente
al correr de los tiempos
de la alforja deshilachada de la noche…

Devolvedme mi niño,
devolvedme mi niño no importa cómo,
devolvedme mi niño,
aunque sea cualquiera su cara…

También en el armario
sus ropitas esperan…

y ya muy pronto le serán pequeñas…

Versión de Manuel Serrano Pérez