Dejad que mi lamento se extienda
como una lluvia fraterna,
todo el ser dividido
en un antes y un después,
el tiempo y la mirada siempre dos
y siempre divididos en dos.
Queda el hueco visible
de las palabras ausentes
que reclaman un eco y una voz
en el caos informe del pensamiento.
Queda la música
flotando en el aire
como una caricia, como un aleteo,
poco antes del último suspiro.