Superficie partida, invisibles triángulos
dispuestos para su entrada en el ojo. Lástima
que debajo del triángulo principal
que forman los pezones y el ombligo,
centro mismo de un esplendoroso campo de carne, se oculte
la selva de su pubis, el sexo imaginado, su olor y su pelo revuelto
y satisfecho ahora, en el descanso.
Poemas de Antonio Fernández Lera
Os miro y os veo desnudas
en el rectángulo de la humedad,
acariciando el aire vuestros cuerpos
bajo esos objetos difusos
que os protegen del sol.
Sombras verdes, agujas de hierba
que hacen cosquillas al alzar los brazos.
Desde la sombra,
y en la noche
[pero al final te acostumbras a todo]
todo es diferente. Me pregunto
si alguien me oye.
¿Me oís vosotros?
¿Estáis ahí?
[No soy mas que una voz, una sombra].
Si no me oís no soy nada.
El bosque que se acerca
es un bosque sin lluvia
y es un bosque de viento,
frío y muerto.
Su arena seca
nos encierra en el olvido.
Bosque de mugre y de tristeza.
Cada vez que lloramos
humedecemos la tierra.
Viento furioso, mano quieta,
manantial de agua clara.
Duele aún la presencia tangible
del amigo muerto.
Es un temblor,
un desajuste.
Alivia la conciencia
saber que no existe
olvido.
Se puede oler la humedad en la piel,
el agua salpicada en las baldosas frías;
percibo incluso la temperatura
que te permite estar desnuda
delante del espejo con puertas, la ventana
que se abre ante tu rostro satisfecho, jadeante
todavía; veo tu espalda larga, el hilo de sudor en la columna
vertebral, tus piernas estiradas, el hermoso trasero.
1
Como el pez al agua,
como el agua a la tierra,
como la tierra al sol,
como el sol al árbol,
como el árbol a la lluvia:
forma creada con las manos,
fuegos y alas en los ojos:
fulgor de forma que se cruza
con otro haz de luz en el cerebro:
creando saltos de la sangre en las venas
y reposos de arterias en los huesos.
1
Pronto -y entre nosotros- hablaremos
y nuestra voz se perderá en el vacío
de palabras como silencios;
las miradas y los gestos: todo;
y el tiempo, suspendido como un soplo de brisa,
y solos,
hasta que otra voz se aproxime y nos diga
lo que somos -una mota de polvo-, y nos diga:
«podéis hablar ahora, es vuestro turno.
Comer,
olvidar,
matar.
Imágenes: desiertos y habitaciones.
Cachorro de hocicos enrojecidos.
Sangre hasta las orejas.
Festín de la naturaleza,
malestar en el pecho.
No tristeza: malestar físico.
Por el placer ante la sangre,
por los brindis en medio de los muertos,
por las canciones a través de los bosques:
por el fuego.
Qué quieres que te diga,
me gustas así, abierta,
de par en par,
a los ojos del mundo,
como una verdad
pura,
desnuda.
Muevo los brazos
en el aire frío
como un cuerpo de paja
pintarrajeado
Prendedme fuego
Muevo los labios
Vosotros Eh Vosotros
Prendedme fuego
Pero no se oye
Vosotros Eh Vosotros
Prendedme fuego
Pero no se oye
Muevo los brazos
Y me dejo llevar por la furia del viento
que arrastra tierra y hojarasca
Muevo los brazos
El agua de los ríos desaparece
Los gorriones picotean mis manos
La lluvia moja mis huesos
La muerte duerme a mis pies
Prendedme fuego
Sueño que vienes
a quererme, lento, y delicadamente
separas mis piernas con tu pezuña izquierda.
Me despierta el cabello de tus muslos
(la explosión del volcán
que has despertado con tu lengua).
Te pido por favor que no te vayas nunca
y que no pares, ahora, de moverte, hombre.
Esa tierna piel que me ofreces
viene a mí como un trozo de viento:
te respiro en silencio,
voy a ti atraído por tus ojos.
No recuerdo exactamente las palabras:
la nieve o el agua.
Congelado y con los ojos abiertos: déjate de pájaros.
Un idiota rodeado de idiotas. Nada más.
Idiotas congelados con los ojos abiertos. Nada más.
Construir el futuro.
Construir el futuro.
Dejad que mi lamento se extienda
como una lluvia fraterna,
todo el ser dividido
en un antes y un después,
el tiempo y la mirada siempre dos
y siempre divididos en dos.
Queda el hueco visible
de las palabras ausentes
que reclaman un eco y una voz
en el caos informe del pensamiento.
Todo es cuestión
de un segundo.
Me asomo al abismo
del sueño.
Respiro sin trabas
el aire del invierno.
Me imagino el estruendo
del alfiler contra un imán
y su viaje
sin goce ni dolor.
El pincel
es la lengua.
Los labios apretados
colocan el pelo de la mujer desnuda.
Quietudes en la piel:
reposo inverosímil.
El temblor pequeño
es el fragmento infinitesimal
del estallido.
Me gustaría saber
quién se ha comido la manzana
(pues creo
que de haber sido yo
me acordaría).
Máquina de muerte,
máquina de muerte:
Sonríe.
Sólo puedo ver mis ojos,
reflejados en el cristal de la máquina,
segundos antes del chispazo que me ciega.
Quiero gritar
por el puro placer de gritar
¿y por qué no?
Siento tu aroma, íntegramente,
desde los pies a la cabeza,
y sé que cuando llegue hasta tu cuello
desharé tu lazo con los dientes
y morderé tu oreja
y arrancaré la flor que llevas puesta
y extenderé tu pelo sobre la almohada,
respiraré otra vez toda tu piel desnuda,
me detendré en tus pechos
y pasearé despacio por tu cuerpo,
que será el escenario de mi sueño.
Cada segundo un siglo, una mirada,
nunca la misma, siempre sin un centro decisivo,
sin palabras mayúsculas, que son como humaredas
de sangre y de dolor, látigo, muerte.
1
Esta es la noche de las lagartijas,
al acecho en sus escondrijos.
Esta es la noche de las cucarachas
en el silencio del pasillo.
Su canción se arrastra por el suelo
y nos expulsa del paraíso.
Crear el habitáculo propicio
para la recepción de lo sublime.
Reservar un espacio
para la música inaudita,
paraíso del tiempo.
Contener el aliento
ante la perspectiva inalcanzable
y ser capaces
de seguir viviendo.
Sobre la sombra del viento, sangre, sangre, sangre.
Fotografías de Macbeth y Lady Macbeth
en las ventanas del castillo.
Con la sonrisa comida por los buitres.
En sus hombros, el tiempo resbala suavemente,
sobre los excrementos de los pájaros.
El viento se arrastra como la serpiente
que vuela y ataca sin piedad
entre la piedra y el árbol (ventana y abismo).
Ven aquí, olvida el decorado,
siluetea mi cuerpo con tus ojos.
Voy a restregar estas flores
en tu barba de dos días.
Y aunque pienso que antes debieras afeitarte,
trataré de olvidar el daño que me harás.
Me imagino los pétalos rojos en tu boca,
mis uñas en tus nalgas,
tus dientes en mi lengua,
tus ojos tan abiertos
en el tiempo compartido
y sé
que vas a despeinarme.