Se sube y quedan valles y cañadas
En rincón apacible y escondido;
Se deja, abajo, la quietud del nido,
Se busca, arriba, abismos y emboscadas;
Al fin de penosísimas jornadas
Se llega, si el cansancio no ha vencido,
A ventisquero por el sol bruñido;
A rocas por el rayo quebrantadas.
También las almas de pasión henchidas,
Ascienden, en jornadas, a las cumbres
Del oro, del saber o de la gloria;
Muchas por el cansancio son vencidas;
Las que llegan ¡qué horribles pesadumbres
Tienen que compartir con la victoria!