Los Generales compran, interpretan y reparten
la palabra y el silencio.
Son rígidos y firmes
como las negras alturas pavorosas. Sus mansiones
ocupan
dos terceras partes de sangre y una de soledad,
y desde allí, sin hacer movimientos, gobiernan
los hilos
anudados a sensibilísimos mastines
con dentaduras de oro y humana apariencia, y combinan,
nadie lo ignora, las sales enigmáticas
de la orden superior, mientras se hinchan
sus inaudibles anillos poderosos.
Los Generales son dueños y señores
de códigos, vidas y haciendas, y miembros respetados
de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana.